Después de saludarnos en la amplía entrada, nos invitaron
a mi marido y a mí a recorrer los pasillos de lo que era su
hogar desde hacía unos meses. Cada habitación estaba decorada como si
hubiese salido de algún catálogo o revista de muebles por la exquisitez
de los detalles. Un estupendo mobiliario de madera de nogal se distribuía
casi matemáticamente por cada cuarto. El suelo de parqué lo
abrigaban hermosas alfombras indias y las paredes mostraban lienzos
de pinturas costumbristas. Los anfitriones a medida que nos mostraban
sus dormitorios los acompañaba de todas las cantidades que valía
cada cosa; desde las lámparas hasta los ceniceros de diseño, desde las
sillas y tapizados hasta la mampara hecha por encargo. Para finalizar
la ruta nos mostró una salita de la cual no se dijo nada de
su coste por lo que parecía el cuarto pobre de la casa. Mi marido al
mirar hacia arriba vio una lámpara igual a la que teníamos nosotros en
una habitación y exclamó: está lámpara la has comprado en el Centro
Comercial y te ha costado 100
euros. La pareja se miró con cara de circunstancias y negó con evidentes
signos de desagrado aquel comentario. Yo maticé que lo único
diferente de esa lámpara de la nuestra era el color y añadí el buen precio que tenía.
Ambos intentaron convencernos que su compra había sido en un lugar
selecto, y por supuesto, no tan
económica. Tras un rato de sarcasmo
sobre el tema, la señora decidió invitarnos a unas cervezas y nos trasladó a la
cocina para mostrarnos el derroche de iluminación halógena
incrustada en el techo. Nos sentamos alrededor de la mesa y ella colocó
un paquete de palomitas en el microondas, al rato, nos quedamos a oscuras. Entonces oí la voz de
mi marido que dijo en un susurro : no me
extraña que pase esto, se han gastado todo en lámparas y ha quedado poco para
la luz. Al terminar la frase, la habitación
se iluminó y junto a él se encontraba el dueño de la casa que sin mediar
palabra retiró la mano que posaba mi marido sobre su hombro y comentó que, en
efecto tenían muy pocas luces.
11 comentarios:
Pues me queda que pensar que no tenían otra cosa de que hablar, una pena... tener la cabecita tan poco alumbrada.
Besos!!
jaja, me gusta esa distancia del final y el modo abrupto de acabar el relato... Por lo demás, piensa que ahora se lleva lo vintage: algo que costó cien euros hace siete años ahora puede costar un dineral.
Siempre habrá personas que en vez de tener casas para vivir, las tengan para enseñar. Se llaman nuevos ricos.
Franklin decía "Amo la casa en la cual no veo nada superfluo y hallo todo lo que necesario"...Entre lo necesario yo incluiría la luz, la que ilumina por fuera y por dentro.
Un abrazo.
Hola Encarni:Como me he reído,madre mia! Que amigos que teneis eh? o eran solo conocidos.
De cualquier manera una clase de familias que existen, lo sé, pero cuyos valores son solamente superfluos y artificiales. Yo pienso que existen poqué en este mundo ha de haber de todo.
Saludos y que lso Reyes sean muy generosos.
Prefiero los amigos que viven en una choza y se alumbran con velas ajjajaja.
Un abrazo de mas de mil euros.
Vivìan en una tienda de diseño? jajaj
Me quedo donde sea, pero donde me sienta como en casa: en un hogar.
besos
Menuda gracia vivir en un escaparate. Jqueeeee!!!!!.
Besos,los primeros del año.
Pocas luces la de estos ricos que quieren parecen más ricos de lo que son, porque lo que son es muy pobres, unos pobres con aires de grandeza que de esos hay muchos. Que asquito, ya hablamos de eso esta tarde.
Jajaja A oscuras todos los gatos son pardos. Tal vez, el comentario del marido abrió los ojos a la pareja exibicionista.
Besos.
Pd. Buen juego de luces el tuyo.
En Caravaca tengo una vecina que está empeñada en que vea su piso. Siempre me dice "a ver si pasas un día a verlo, verás lo bonico que lo tenemos. Hemos puesto dos comedores, uno para usarlo y el otro para enseñar" Ni que decir tiene que yo nunca la invito a "ver" mi casa, toda ella amueblada en el más puro estilo "Ikea" :)
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