Hoy hace doce años que nació. Lucía una luna creciente a la que le faltaba el cachito de unos días para estar completa y llena. Desde entonces, subida en una nube ha pintado estrellaspor toda la casa, incluso en los pasillos, las de su habitación brillabanen la oscuridady tendida sobre su cama miraba un pedacito de cielo en el techopara espantar los miedos.
Cada noche antes de dormir pasaba lista a sus peluches y si faltaba algunoíbamos en su busca debajo de la cama, porque a ellos les gustaba jugar al escondite y ella no podía dormir si alguno se había marchado más allá de su territorio.
Su pincelha sido una varita mágica que ha dibujadomuchas de nuestras sonrisas.Y ha ido creciendo para ser más alta que la lunasubida en esa nube quequiere hacerla mayory, que yo quiero detener en instantes fugaces con caricias y besos.
Y llegan las primeras‘cartitas’ de amor con caligrafía escolar y faltas de ortografía que saben a recreo y patio de colegio,llegan tambiénsus primeros enfados, sus primeras miradas como si estrenara la vida a cada segundo.
Hoy encenderá doce estrellas que iluminarán sus12 años. ¡Felicidades guapa!!
Si uno pudiera insertarse en la música y descansar allí mientras el mundo sigue siendo un estruendo combustible tal vez podría detener la muerte sin razones de peso simplemente porque es latosa y no se rinde nunca
si uno pudiera instalarse en la música ser violín o guitarra o clavicordio y elegir dulces aluciones o tímidas preguntas temporales el alma sonaría como un sueño o el milagro de un pájaro en suspenso
pero nadie ha podido introducirse como espía entre dos modulaciones en esa franja impar de los tañidos la música será siempre de otros otros que por la noche me rodean hasta enhebrar la aguja del insomnio.
Que la música continúe, esta vez para levantar los ánimos. ¡¡¡BUEN FIN DE SEMANA!!!
(Se me acabó el recreo, ahora a seguir estudiando)
Volver la vista atrás para seguir la música que nos ha acompañado nos convierte en una caja sonora que nos devuelve el eco de nuestros recuerdos. Si bien la música de fondo pudiera ser esa gramola en la que se introducían unas monedas y aparecían flotando las notas de esa canción que como mínimo tenía una historia con valor añadido. Pero no siempre había música a nuestro alrededor, también estaba el silencio y muchas veces el ruido. Existen etapas de mi vida en las que había sólo ruido, como esas radios que no encuentran el dial para sintonizarse y, rugían ante nuestra desesperación, así me sentía yo, como en un eterno bullicio. Esto me hacía pensar que había una música fuera de nosotros y otra dentro, ambas podían no estar definidas o podían estar en nuestro camino e ir descubriéndolas por nosotros mismos, o alguien nos las descubría, así, los acordes y desacordes entrarían en nuestro salón de música o en nuestro dormitorio, tal vez los espacios no importen. Tal vez importe el silencio, ese que viene acompañado de sonidos naturales como el viento, la lluvia al caer, el canto de algún pájaro, el murmullo de las olas, tal vez el silencio sea necesario o también la música pueda ser una necesidad, como respirar, como tener hambre o sed.
Fue así que la música de fuera, esa atmósfera invadida por Chiquetete, Las Grecas, Pimpinela, Isabel Pantoja, Manolo Escobar y otros de similar estirpe resonaban en mi casa igual que en toda casa de vecino. Desde muy temprano sonaban los radiocasettes en las ventanas, a veces incluso cuando caminabas por una calle, el oído reconocía el repertorio de cada habitante de allí. Sobre todo si el sol acompañaba, la alegría salía a borbotones y alguna vecina se animaba a cantar por Lola Flores mientras tendía la ropa en el patio de luces. Y fueron muchos años en los cuales iba creciendo, incluso nos mudamos en varias ocasiones y la música de fondo era igual que el fondo de un armario o las recetas de cocina.
Hasta aquel día que escuché la música de un piano cuando iba al colegio siendo una niña, convirtiéndose para mí en una búsqueda incesante de esa melodía que cubriera mi necesidad. Había hecho de Emilio José una isla en la cual retirarme cada vez que amenazaba tormenta, y necesitaba las notas de un piano, que un buen día aparecieron en una radio musical de las manos de Richard Claiderman. Y me emborraché de piano tumbada sobre mi cama. Y el tiempo pasaba… con los ojos cerrados. La vida podía esperar fuera, dentro sonaba mi música y ya nada podía pasarme.
Llenaba cuadernos de versos tristes, hasta que un día envié un poema a la radio local para un programa que escuchaba todas las noches junto a mi hermana pequeña. Antes de empezar le contaba algún cuento de los que me inventaba para ella y, esa noche mi madre nos insistía en apagar las luces porque papá protestaba por nuestras risas. Obedecimos y a oscuras metimos la radio dentro de la cama y nos cubrimos hasta la cabeza. Habíamos introducido una cinta virgen para grabar el momento. ¡Ya empieza!. Mi hermana estaba emocionada al escuchar mi nombre en la radio. Chissst, cállate que va a venir papá y va descubrir nuestro secreto. Sonaban extraños los versos en boca del locutor, como si ya no fuesen míos y pudieran abrirse camino, solos, sin mí. Pero no me sentía triste por ello, eran palabras echadas al viento. Al finalizar el poema, pudimos oír por primera vez ‘Noches de Blanco Satén’ y nos quedamos dormidas.
Otra de mis necesidades era leer, por entonces había leído Robison Crusoe, Novelas cortas de Miguel de Cervantes, Niebla de Miguel de Unamuno y Ana Karenina de León Tolstoi , esta última novela la trajo mi padre en una caja de fruta que, curiosamente el dueño quería deshacerse de ellos aprovechando la reforma que le iba hacer. Entre los libros se encontraba también; Perry Mason ‘El Caso de la Cleptómana’ de Stanley Gardner Molino que la devoré enseguida por el interés que me suscitó.
En aquella época descubrí a Antonio Machado, Rafael Alberti, Miguel Hernández y Vicente Alexandre, pero aquel descubriendo vino de la mano de mi profesora de Lengua y de un grupo de compañeros y compañeras que nos iniciábamos en el conocimiento de la literatura. Esta profesora nos animó a hacer un recital el 28 de enero aprovechando que era el patrón de la enseñanza de secundaria ‘Santo Tomás de Aquino’. Para ello nos invitó a merendar a su casa y buscar la música que acompañaría nuestros recitales. Vimos su tocadiscos y muchos discos de vinilo colocados muy cuidadosamente en una estantería. La música clásica era la más adecuada para estos eventos decía la profesora y buscando entre ellos asomó un disco de música medieval que acompañó nuestra merienda convirtiéndonos en bufones y trovadores. Por un instante el reloj paró de contar sus minutos y nos dejó a merced de un sueño que nos trasladaba en el tiempo, a otro tiempo y a otro lugar que nos hacía ser otras personas al compás de la música.
Fueron en esos años que sin darme cuenta me convertí en la doncella en su torre de marfil, es decir, recluida en mi habitación propia, unas veces como retiro personal , otras por obligación porque el guardián del Castillo guardaba celosamente la virtud de su hija. No obstante, los intentos de impedir el transcurso normal de mi vida tuve que ganarlo a pulso, un pulso en el que estaba en clara desventaja, pero que unas veces con ingenio y otras con razonamiento el camino se fue allanando no sin dificultades. Por eso cuando bajé al mundo real, las canciones con las que me identificaba estaban entre la realidad y el sueño, como Fotonovela de Iván, Hijo de la Luna de Mecano, Embrujada de Tino Casal, Un hombre Lobo en París de la Unión.
En mucho tiempo no podía ni quería escuchar música flamequita, pero gracias a mi hermana que es una gran apasionada de este tipo de músicas me ha hecho descubrir algunas canciones que me han gustado mucho. Yo también soy más de canciones que de cantantes o grupos, es muy posible que me encante una canción de alguien determinado y después el resto de canciones no me llame tanto la atención.
Por eso hoy voy a abrir mi 'tablao' para el fin de semana.
La idea de que el mes de Enero sea un mes especial para la música proviene del Blog de Maria Jesús de PARADELA DE COLES y los coautores de la idea ARO y MAMÉ ,a mí me ha parecido genial, porque ando un poco espesa con algunas cosas y la música siempre nos ayuda de un modo u otro. Por eso he comenzado mi incursión músical cuando aún no teníamos televisión o llevabamos muy poco con ella.
La banda sonora de nuestra infancia podría ser como una atmosfera que nos envuelve mientras vamos descubriendo y aprendiendo cosas. La música que envolvió mi infancia viene de la mano de mi abuelo Juan, el padre de mi madre que quedó ciego alrededor de los 50 años de edad. Yo le conocí pegado a esa enorme radio escuchando su telenovela favorita 'Lucecita', me pasaba horas a su lado. Cuando mi padre le trajo un radiocasette de Melilla yo le ponía las cintas de casettes que una vez encargaba a mi abuela que le comprara. Fue así que mi infancia transcurrió entre Maruja Limón y la Gitana Espabilá.
También en su repertorio se encontraban canciones graciosas que le hacían reír, así descubrí a los Hermanos Calatrava y sus versiones sobre otras canciones, o Emilio el Moro, también le gustaba escuchar las peleas de Juanito Valderrama y Dolores Abril, que a mí no me gustaban tanto.
Cuando yo tenía catorce o quince años en un viaje a Motril que yo no quería hacer pero que al final no quedó mas remedio descubrí a Emilio José en el casette del dueño del coche. En una parada para desayunar, en el bar había un estante con cintas y busqué afanosamente al cantautor que escuché en todo el trayecto. Al ver la única cinta de este cantate le pedí a mi padre que me la comprara y accedió, en la cinta incluía esta canción que fue como la banda sonora de mi juventud y de mi vida, 'Un paso adelante
Acaban de quitar el video en You tube, espero que este enlace sirva.