Siempre
A Rubén Vela
Cansada del estruendo mágico de las vocales
Cansada de inquirir con los ojos elevados
Cansada de la espera del yo de paso
Cansada de aquel amor que no sucedió
Cansada de mis pies que sólo saben caminar
Cansada de la insidiosa fuga de preguntas
Cansada de dormir y de no poder mirarme
Cansada de abrir la boca y beber el viento
Cansada de sostener las mismas vísceras
Cansada del mar indiferente a mis angustias
¡Cansada de Dios! ¡Cansada de Dios!
Cansada por fin de las muertes de turno
a la espera de la hermana mayor
la otra la gran muerte
dulce morada para tanto cansancio.
Poema de Alejandra Pizarnik
Y detrás me acompaña una nube de versos que hacen de mis pasos un camino de espuma. Tal vez necesite aferrarme a una palabra, una que contenga savia en los huesos, mientras desgasto la noche con este frío.
Esa luz me mira de reojo y no sé si una isla será suficiente para olvidarme de quién soy y al volver la esquina encuentre un puñado de nombres que me señalan con el dedo.
Sólo quiero palabras, me sobra la gente, si dormitar desvaneciera ese gesto, esa red que lleva mi poesía sin apenas estrenar el alba. Y desconocen mi voz, sin embargo, todos tiran de mi lengua para salvar sus alforjas.
Y sí, estoy cansada de tragarme el silencio con remiendos, cansada de que me dejen sola segando incertidumbre para abrir camino sin morderme las uñas. Cansada de ser un faro que se arranca la tierra a borbotones.
Y sólo quiero descansar en el regazo de un poema, entre los márgenes de una partitura, en un verso, en una nota de viento que me aleje del ruido.
Aunque me conformo con el mar en una caracola, o con un atardecer en mi ventana, o con una ola rizada sobre mi pecho.