sábado, 30 de julio de 2011
jueves, 21 de julio de 2011
Anuncio de contactos
Aquella mañana cambió el rumbo de su paseo, anduvo por caminos y vericuetos en los cuales transitaba por primera vez. Era una necesidad. Andaba absorto en sus cuitas, en sus íntimos pensamientos y en lo que le dijo su último amante antes de aquel portazo, que sonó como un golpe seco. En esta cama no cabemos los tres, ni tú, ni yo, ni el hastío ¡El hastío se ha adueñado de todo! Por eso me voy- resonaba en su cerebro sus malditas palabras. Se encendió un cigarrillo y continúo con la cabeza gacha haciendo un balance con sus recuerdos. Debería haber anotado todos los hechos; cada uno en su casilla correspondiente, anotaciones en el Debe o en el Haber. Pero en los asuntos emocionales -bien lo sabía- siempre le salía un balance negativo, cosa que nunca ocurría con el tratamiento de los números y las operaciones mercantiles. Los últimos anuncios que puso en el ‘Siempre a mano’ en la sección de contactos no habían dado los resultados que esperaba. Le habían arrojado a la cara su falta de imaginación y no entendía qué esperaban de una relación trivial y sin responsabilidades.
Escuchó el trote de un caballo y levantó la mirada que la llevaba arrastrando por el camino desde hacía bastante rato. Y se detuvo a mirarlo.
A admirar su poderío, su esbelta belleza. Y sintió un hormigueo entre sus nalgas, un cosquilleo extraño que abultaba su pantalón. Quiso quedarse unos minutos más recreándose en la visión extraordinaria del semental, pero, en su lugar apresuró el paso con urgencia hasta llegar a su casa. Ya en la cocina abrió el frigorífico, cogió una lata de cerveza que sorbió con extrema agresividad y después, algo más calmado fue a su despacho, se sentó en la silla, y sobre la mesa dispuso un folio y comenzó a redactar el próximo anuncio de contactos que saldría en la revista local. Luego volcó el resto de bebida sobre sus pantalones y sonrió como un niño al que se le acaba de ocurrir una travesura.
domingo, 10 de julio de 2011
'Toy de ama de casa'
Mi 'yo' anda un poco pocho, no sé si es el calor o esta sensación de que lo he acabado todo, que me siento rara. Hay días que no tengo ganas de hablar con nadie, ni siquiera conmigo misma, por eso, me imagino en una casita en la playa, sola, para recomponerme de este duro invierno. Mi hermana dice que tal vez pueda coger una depresión, que después de hacer múltiples cosas ahora al descansar me venga un bajón. Intento evitarlo, haciendo de 'maruja limón' buscando los mil rincones que tiene mi casa, y mira que tienen, con el ajetreo que he tenido lo había olvidado. La casa me está diciendo lo 'abandoná' que la tenía, me dice estoy suspensa en labores del hogar, ayy, me alivia pensar que no se queja y que de algún modo le consuela mi vuelta, a tiempo complento. Eso me permirte, de momento, no pensar mucho y hago todos los trabajos necesarios: desde encolar alguna silla, limpiar en las profundidades de alguna habitación, coser un canasto de prendas que me esperaban ansiosas a que les pinchara con la aguja y el hilo, comprar velcro y silicona para otras reparaciones y puestas a punto, ordenar diferentes tipos de documentos, papeles, libros de estudio, cosas en general que ronronean en mi cabeza como mosquitos trompeteros.
Hago limpieza de objetos inservibles, rotos, reciclo en la medida que puedo todo lo reutilizable y pienso que los cuentos infantiles de la repisa de la habitación de mi hija la han visto crecer y están relegados a la última estantería. Me siento como la madrastra del cuento de Blancanieves y me da la intención de romper el espejo pero soy realista, tendría siete años de mala suerte, y tal vez, en estos tiempos hayamos roto algunos cuantos.
La reunión de trabajo de mi marido que celebraron el otro día con la empresa ha optado por una nueva restructuración, han vuelto a echar a gente pero a él lo han recolocado en otro puesto en la empresa, se ha escapado por los pelos, como la cosa siga así la fábrica se va a tener que comer con patatas todo el excedente de producción porque el consumo se ha declarado insumiso en esta guerra capitalista donde los pobres van creciendo en número y decreciendo en privilegios. Aunque sinceramente intento evitar las noticias, las miro de reojo como si fueran extraños sucesos de otro planeta, evito implicarme emocionalmente pero desde el debate del otro día entre Zapatero y Rajoy, me gustaría ser extraterrestre. Hago ejercicios de abstracción y me paseo virtualmente por el mundo, los viajes no duran ni ochentas minutos, acabo de recordar que debo hacer limpieza en el ordenador, y arreglar una persiana. Y el caso es que, no tengo ganas de hacer nada, sólo se me ocurre escribir un poema pequeño y canijo que no me alivia del calor.
“Llega esta calma de verano sin arena
que apuntala el hueco de un invierno con esquinas,
una primavera sin respiro ni tregua,
un verano sin mar todavía
que desate mis nudos
y descalcé este camino de hierba que ando cada día,
desgastada,
igual que una prenda a punto de romperse por el uso”.
Abro de nuevo la bolsa de la basura, ésta que estoy llenando para el contenedor de la ropa usada, y mi ‘ yo’ de estas letras quiere plegarse y acomodarse, y cuando estoy a punto de anudar la bolsa, lo rebusco como una camiseta andrajosa y lo cojo de la mano para darle una vuelta por el barrio, a que le dé el aire, o si le da el punto hasta bailar una sevillana.