miércoles, 30 de enero de 2013

Este Jueves, hablar escribiendo

 



SALA DE CHAT ‘EL JARDIN PROHIBIDO’
  • ·        Desdémona
            Sexyman
            Ventisca
  • ·        Cupido
            Alfa11
            Elvis39

Cupido: Vaya Desdémona cuanto tiempo sin venir por el jardín. Buenas noches. Me echabas de menos ¿verdad?
Desdémona:   Claro que sí, desde la última vez que nos vimos por aquí hace…  unos cuantos meses creo recordar
Cupido: cuatro meses
Desdémona: vaya, yo había perdido la cuenta, menos mal que estás tú. 
¿ Y cuéntame qué ha sucedido en  todo este tiempo en el Jardín?
Cupido:    Entre otras cosas,  Ventisca arrancó tus geranios y ha prometido no hablarte por  fugarte con Elvis39
Desdémona: Pero esa tía está loca!!!!  A Elvis no le van las macetas,  se fugó con Sexyman, jajaja
Cupido: Entonces  ¿todo este tiempo en el que no has venido?
Desdémona:  Que curioso el nene…  He estado en una clínica de desintoxicación…
Cupido:   Uff, no sabía que te iba la farlopa
Desdémona: Y no me va, lo mío es un idilio con el prozac y antidepresivos varios.
Cupido: Tú lo que necesitas es enamorarte
Desdémona: ¿De ti?
Cupido:   De mi o de cualquier otro, pero yo estoy libre como los taxis
Desdémona:   Mentiroso, estás casado, me lo dijo  Alfa11, ella dijo que te conocía muy, muy  bien
Cupido:   Imposible
Desdémona:   Me contó algunos secretillos tuyos, jajaja
Cupido:   A ver cuéntame que me tienes intrigado
Desdémona:   Me dijo  que tienes un lío con una compañera tuya de trabajo. Y que te ves con ella en el Hotel Armijo
Cupido: Mentira, mentira, mentira
Desdémona:  Uyyy te estás poniendo nerviosillo ¿verdad?
Cupido:  ¿Yo?   Por favor esa mujer se inventa las cosas.
Desdémona:   ¿Tú crees?. Yo no conozco personalmente a Alfa11, ni a ti tampoco, pero ella a ti, sí que te conoce
Cupido: No te creas nada de lo que te diga
Desdémona: Pues… no sé qué decirte… ¿Vives en la calle Torremolinos?
Cupido: Esa mujer está loca, loca, loca de remate
Desdémona:   Pero sabes lo mejor? Que conoce a tu mujer, jajaja.   ¿No la has visto más contenta en estos días??  ¿Más de lo normal?
Cupido: ¿Qué tratas de decirme?
Desdémona: Jajajaja,  que podías ir a una caza de antílopes, jajaja y se te vería desde lejos, jajaja, bueno… a  ella también

(Cupido ha abandonado la sesión)

Más habladores que escriben en el laberinto y espejos

lunes, 28 de enero de 2013

Este Jueves, página 53

"Eva estaba confundida y en toda ella aún no se había calmado el estremecimiento que, en el sueño, la había desmadejado dejándola lánguida y nerviosa" 
  Como en  otras ocasiones  se había quedado dormida en  el tren,  pero  esta vez  sus propios gemidos la habían despertado.  Miró  al pasajero que compartía su vagón y  le inquietó la  mirada  que también sostenía una burlona sonrisa. En principio esquivo el contacto visual con el joven , después   se recreó en su atractivo.  Le gustó el pelo  oscuro, ensortijado y revuelto   que le caía sobre la frente,  continuó examinando cada rasgo de ese rostro que  la observaba sin rubor, y sin pestañear se asomó a los ojos verdes del extraño, que con gesto amable  le ofreció un cigarrillo. Eva se incorporó  para aceptar,  todavía aturdida  por  el recuerdo . 
 Cuando tuvo el cigarro en su mano  y lo puso en la boca, el tren frenó en seco, haciendo  que  cayera entre los brazos del pasajero, y éste,  la sostuvo con fuerza  hacia  su cuerpo  hasta que se sentó sobre las piernas de él. Notó  el calor de sus mejillas que rozaban  las suyas y luego,  tras mirarse de nuevo, el pasajero saboreo con su lengua los labios de ella. Bajo sus posaderas  percibió que los sueños crecían al mismo ritmo que  sus gemidos.  Ya no había fronteras entre el traqueteo y el baile de cuerpos en el tren. Eva cerró los ojos  y murmuró  en el oído de su acompañante: por favor, no me despiertes, por favor  no me despiertes...

jueves, 24 de enero de 2013

Este Jueves, relato: 'Página 53'

 

Este Jueves nos encontramos camuflados AQUÍ

A ver si descubres cuál es el mío.

jueves, 17 de enero de 2013

Este Jueves: El árbol del ahorcado



 EL CAPITULO SIETE


La cuerda que había elegido le irritaba  en el cuello, llevaba media hora con ella   alrededor y había brotado un sarpullido.  Dudó sobre la efectividad de  investigar  los sentimientos  de su personaje momentos antes de ahorcarse. Y se sintió molesto al principio, dando paso a la ira y después al miedo. No  deseaba morir en aquellas circunstancia  y,  caminaba de un lugar a otro  sin rumbo por  su despacho, con la soga  colgando  y la quemazón  en la  garganta.
 El nuevo capítulo comenzaba con el suicidio de Víctor en  el árbol centenario  que se erigía en el  jardín de su padre. Su muerte sería la venganza  por tantos años de egoísmo  y violencia hacia él.  Nada más  imaginarse la escena, necesitó respirar con urgencia por el ahogo y la ansiedad que percibió. Su personaje se resistía a morir ¿o era él?
Frente al ordenador, no puede desembarazarse de cierta culpabilidad hacia Víctor, porque todo el sufrimiento que había padecido, lo había creado para él, en esos episodios anteriores a este momento, que supone el  terrible desenlace.   Ha vuelto a releer el final del capítulo seis, como quien coge carrerilla  y salta un obstáculo,  pero la incertidumbre de su personaje  ante la idea de morir no le deja comenzar  ni tan siquiera la primera línea. Por lo tanto, ha decidido cambiar el planteamiento;  Víctor no morirá, después de todo lo que ha soportado con su progenitor  en capítulos anteriores, no merece que la vida se  le quedé colgada de un hilo.
Se despojó de la soga   y  a modo de justicia poética,  resolvió   quién debía morir en el capitulo siete.

Para encontrar el bosque de los ahorcados hay que visitar  Letra Digital Uruguay


martes, 15 de enero de 2013

Hojas

Foto: E. Fernández

Un puñado de hojas como un puñado de recuerdos que,  han perdido su color y caen del árbol del olvido en un otoño cualquiera que desgasta sus ramas hasta quedarse  seco de nostalgia.  Mi mano sujeta hojas sueltas que en su vuelo todavía sentían la vida del aire que las impulsaba hacia el suelo para caer y  encontrarse,  en un breve trayecto, con el asfalto o en las aceras de las calles hasta que yo las recojo entre mis dedos y,  parezcan el  apéndice de otro árbol.

sábado, 5 de enero de 2013

Demasiado brillo

Después de saludarnos en la amplía entrada, nos invitaron a  mi marido  y a mí a recorrer  los pasillos de lo que era su hogar desde hacía unos meses.  Cada habitación estaba decorada como si hubiese salido de algún catálogo  o revista de muebles por la exquisitez de los detalles. Un estupendo mobiliario de madera  de nogal se distribuía casi matemáticamente por cada cuarto.  El suelo de parqué  lo abrigaban  hermosas alfombras indias y  las paredes mostraban lienzos de pinturas costumbristas.  Los anfitriones a medida que nos mostraban  sus  dormitorios los acompañaba de  todas las cantidades que valía cada cosa; desde las lámparas hasta los ceniceros de diseño, desde las sillas  y tapizados hasta  la mampara hecha por encargo. Para finalizar la ruta  nos mostró una salita  de la cual no  se dijo nada de su coste por lo que parecía el cuarto  pobre de la casa. Mi marido al mirar hacia arriba  vio una lámpara igual a la que teníamos nosotros en una habitación y  exclamó: está lámpara la has comprado en el  Centro Comercial  y te ha costado 100 euros.  La pareja se miró con cara de circunstancias y negó con evidentes signos de desagrado aquel comentario.  Yo maticé que  lo único diferente de esa lámpara de la nuestra era el color y añadí  el buen precio  que tenía.  Ambos intentaron convencernos que su compra había sido en un lugar selecto, y por supuesto,  no tan económica.  Tras un rato de sarcasmo sobre el tema, la señora  decidió   invitarnos a unas cervezas y nos trasladó a la cocina para mostrarnos el derroche de iluminación  halógena   incrustada en el techo. Nos sentamos alrededor de la mesa y ella colocó un paquete de palomitas en el microondas,  al rato,  nos quedamos a oscuras. Entonces oí la voz de mi marido que dijo en un susurro :  no me extraña que pase esto,  se han  gastado todo en lámparas y ha quedado poco para la luz. Al terminar la frase, la habitación  se iluminó y junto a él se encontraba el dueño de la casa que sin mediar palabra retiró la mano que posaba mi marido sobre su hombro y comentó que, en efecto tenían muy pocas luces.