El
silencio que procedía de las calles no era un toque de queda. Cuando se perdió
la costumbre de reunirse y la soledad
se extendió por todos los hogares, la amistad quedó privatizada. Desde entonces
el acompañamiento comenzó a costar dinero. Las nuevas empresas emergentes
facturaban el cariño como gasto extraordinario. Desconozco qué precio tiene un bofetón, pero pagaré y pediré la hoja de reclamaciones a la empresa por
este servicio cuando solicite su compañía.