La puerta azul (Pablo Buchard)
ALMA
El azul de la puerta se desvanece
sobre la madera, pensó la mujer que se hallaba frente a la entrada. Ella también se va disolviendo con los años, apenas si le queda color en pelo .
Con la punta de sus dedos rozó la
entrada y advierte una ranura al lado del pomo que la invita a empujar. Al otro
lado, un pasillo deja entrever una ventana que ilumina varias estanterías repletas de libros
amarillentos y pergaminos amontonados, unos sobre otros desde el suelo.
Camina despacio, entre el miedo y la curiosidad. Quiere averiguar
qué hay en la habitación del final donde las ventanas espían silenciosas la penumbra que marcha con ella.
Un hombre de cabello largo y gris,
ataviado con una túnica oscura, aparece a su encuentro. Ella sólo tiene
preguntas y comienza a interrogar al anciano.
-
Sí
has llegado hasta aquí, encontraras las respuestas, yo sólo soy
el guardián del pasado.
En la pared izquierda hay un enorme
reloj que cuenta las horas al revés. A
medida que avanza, ella se ve más joven, pero no así el guardián que la observa
en silencio. Por un momento el reloj se detiene, y se asoma a la ventana para
descubrir la ciudad en la que vivió
cuando tenía veinte años. Ella percibe su cuerpo como si tuviese esa edad. Sorprendida se dirige de nuevo al anciano:
-
A
esta edad tuve un accidente de tráfico y estuve varios días en coma. Cuando
desperté, no recordaba nada, ni a nadie. Me dijeron que Alma era mi nombre. Me
vistieron con ropa de ella, y en ella me convertí , pero en realidad no sabía quién era, ni quién soy. En ese accidente perdí a la niña
que fui, a la adolescente que creció y a
la joven que despertó sin memoria. ¿Cómo puedo
recuperar todo ese tiempo perdido? .
-
Ven-
le dijo cogiéndola de la mano- mira de
nuevo por esa ventana, podrás verte a ti
misma.
Alma notó el calor del hombre y se sintió reconfortada. Miró de nuevo por aquel marco y se reconoció al instante. El reloj volvió a
girar en sentido contrario. Fue haciéndose niña entre juegos y experiencias a
través del cristal. Allí estaban sus años, los que se borraron de su vida
haciendo de ella un personaje. Y lloró. Lloró al verse recuperada en sus
recuerdos.
De nuevo el reloj se paró. Alma un poco asustada miró al guardián y le interrogó:
-
¿Y ahora qué?
El anciano la acompañó hasta otra
puerta más pequeña de color añil.
-
Entra,
no tengas cuidado, ahora te toca nacer de nuevo.
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