Hacía
unos meses que el restaurante ‘La formidable fábrica del miedo’ abrió
muy cerca de su casa. A Nico, le llamó la atención los nombres de los platos del menú. No podía imaginar cómo sabrían los batidos de
sangre o las tripas rebozadas, o como las tapas de más éxito fueran los sesos Franquestein y las criadillas del
hombre lobo. El niño deseaba curiosear, y a hurtadillas, sin ser visto se coló en la cocina. A esa hora aún no había llegado nadie. Nico
revolvió entre los cajones , ojeó la despensa
y se atrevió a subirse a una silla para alcanzar de un estante, un frasco en el que podía leerse ‘semillas de
miedo’. Miró a ambos lados, abrió el bote y
extrajo unas cuantas semillas que las guardó en el bolsillo de su pantalón.
Al cerrar el tarro, oyó algunas voces que se acercaban. Un poco nervioso quiso saltar de la silla y
cayó al suelo golpeándose las piernas. El ruido que propició hizo que acudieran
dos mujeres vestidas de blanco . Ambas vieron como el niño se incorporaba y
aterrorizado salió corriendo de la cocina.
Esa
noche antes de dormir Nico tomo una semilla como si fuera una
píldora y se metió en la cama. Al poco
rato, desde su estómago comenzó a germinar por todo su cuerpo hasta llegar a enraizar en
los sueños. Vio a las dos mujeres del restaurante que afilaban
sus cuchillos, el niño permanecía atado
por los pies e intuyó que sería carne y vísceras de aquel matadero por
la conversación que mantenían con respecto a
él. Mientras reían enunciaban el
nombre de las nuevas recetas que
producirían con su cuerpo. Al oírlas,
el corazón comenzó a latir deprisa. Sintió
un profundo vértigo en la barriga que le despertó de la pesadilla.
En
el desayuno, la madre abrió un sobre con
publicidad, el padre la observó y comentó: esta
noche cenaremos en el nuevo restaurante. El chico al oír aquello vomitó
sobre la mesa, los padres sorprendidos
vieron como se esparcían unos extraños granos sobre el mantel. Nico al mirarlos lo supo
enseguida, pero no dijo nada. Las
semillas que robó continuaban germinando
en su interior y volvió a sentir
verdadero miedo.
(Este relato lo escribí para un encuetro que tuvimos la asociación Café de Palabras con un club de lectura llamado 'El puchero de los cuentos' . Si queréis saber más pincháis el enlace)