Cuando termino de hacer mis compras y me espera una gran cola hasta llegar a la caja, siempre me da por pensar. Esa mañana pensaba que la vida estaba llena de colas, una cola para el banco, otra para el paro, otra para la compra, otra para el médico, otra para echar una carta, otra para pagar la luz, el agua, en fin, para cualquier cosa debíamos hacer una y esperar.
Por fin llega mi turno, la cajera pasa mis productos uno a uno y los escanea automáticamente, creo que no habrá problema, nunca he dudado, pero hoy me preocupa que algo salga mal. Oigo los pitidos de los productos, pi… pi.. Un producto no pasa. Ay, que pellizco siento en el estómago! Noooo!!! Ha cogido la cajita y ha levantado la mano, ha buscado a una compañera con la mirada, y encima grita. Yo me tapo las orejas con ambas manos.
-María, ¿dime qué precio tienen los condones de sabores?
- ¿De qué sabor?
- Pues no sé, en la caja pone sabores tropicales.
Mientras ocurre todo esto, yo voy metiendo mis productos en las bolsas, siento un calor extraño en mi nuca, sé que son de todas las miradas sobre mí, y por eso no quiero levantar mi cabeza. Pero levanto la mirada al oír la voz de mi suegra en mi espalda, olvidé que hoy hacía su compra semanal.
-¿Y eso?- Yo intento disimular, pero ella vuelve a insistir.
-¿Para qué quieres eso?
-Ah, ¿esto? – pues… (Debería decirle qué es para unasuper clase de educación sexual pero me contengo) Es… para una amiga que se casa dentro de un mes y queremos gastarle una broma.
Mi suegra me mira incrédula.
-Pues, si quieres gastarle una broma…- me dice la chica que va detrás de mí en la cola- deberías regalarle condones fluorescentes, en la oscuridad brillan tanto que podría confundirse con una espada de ‘La guerra de las galaxias’.
Quise contestarle a la chica que eso sería en el tamaño extra-largo, pero viendo la cara de mi suegra, decidí salir sin decir nada.
“En busca del tiempo perdido” escribía Marcel Proust: “…Antes soñábamos con poseer el corazón de una mujer que nos enamoraba; más adelante nos basta para enamorarnos con sentir que se es dueño del corazón de una mujer. Y así, a una edad en que parece que buscamos ante todo en el amor un placer subjetivo, en el cual debe entrar en mayor proporción que nada la atracción inspirada por la belleza de una mujer, resulta que puede nacer el amor, el amor más físico sin tener previamente y como base el deseo. En esa época de la vida, el amor ya nos ha herido muchas veces, y evoluciona él solo, con arreglo a sus leyes desconocidas y fatales, por delante de nuestro corazón pasivo y maravillado. Lo ayudamos nosotros, lo falseamos con la memoria y la sugestión. Al reconocer uno de sus síntomas, nos acordamos de los demás, los volvemos a la vida.”
A este escritor lo descubrí hace unos años, y me fascinó la forma en la que detallaba asuntos tan nimios como el placer que sentía de niño comerse una magdalena en el desayuno, a partir de ahí, contar todo lo que le sucedía en su vida otorgaba un valor ampliado de las cosas, sobre todo en el amor. Para él, el amor estaba hecho de pequeños detalles, que narraba con sumo cuidado, detallaba cómo una pieza de música harto de escucharla tiene un nuevo valor cuando se está enamorado. Es cierto, cuando se está enamorado la música nos habla sin palabras, y ella sigilosa se introduce en nuestro interior, reconociendo en cada nota su mensaje, que no es otro que el que deseamos escuchar. Resulta que en ese momento la música suena y te das cuenta de algo que nunca estuvo en esa composición, y que ahora lo descubres con toda nitidez, con la claridad que da el amor para sentir.
Decía Pessoa: “El cuerpo conquista lo que el alma desea: eso es el amor; el alma conquista lo que desea el cuerpo: eso es el otro amor” . Para este poeta portugués el amor tiene varias acepciones, el amor en el cuerpo y el amor en el alma, ambas andan intentado conquistar a la otra parte que componen a la persona. Pienso que en ese trayecto, el tiempo nos pone ojos nuevos en cada ocasión. Pero el poeta también dice: “Nunca amamos a nadie. Amamos, sólo la idea que tenemos de alguien. Lo que amamos es un concepto nuestro, es decir, a nosotros mismos”.
Pero tal vez esté más de acuerdo con Cortázar:” No aceptar otro orden que el de las afinidades, otra cronología que la del corazón, otro horario que el de los encuentros a deshora, los verdaderos.” A partir de aquí Julio Cortázar, vuelve con el tiempo y las palabras, nos relata en un hermoso cuento titulado ‘Deshoras’ en el que vuelve a hablarnos del desajuste entre la realidad y los personajes, en el que el protagonista nos narra el amor que sentía por la hermana de su mejor amigo Doro en la infancia, amor que nunca tuvo palabras. Ahora después de muchos años, el protagonista vuelve a encontrarse con Sara, y éste ahora es tan cotidiano y tan lejano de lo sintió que necesita recordarlo con palabras y escribirlo para volver a encontrarse con aquellos sentimientos, que según el autor son los verdaderos porque son a deshoras.
Sea como fuere hay un nexo común entre todos estos conceptos del amor, y es la forma en la cual se vive y se siente en el interior de cada uno de nosotros.
Viajaral pasado con el billete de los recuerdos, un viaje sin mapa, con el único propósito de conducirlos hasta la estación de partida. ¿Quiénes fuimos cuando cogimos el tren, pagamos el billete, yya acomodados mirábamos el paisaje exterior desde dentro de nosotros mismos? ¿Qué nos quedauna vez que viajamos y nos detenemos en los diferentes andenes de nuestra memoria?
Así detenidos,nos esperan los años que tuvimos, el tiempo estático igual queun cronómetro, nos esperan habitaciones repletas de imágenes, todas ellas sin puertas a las que llamar, porque se abren ante nosotros igual que el amanecer se sacrifica a la mañana, nosotros sacrificamos cada vez, aquellos que un día se pusieron nuestros vestidos,y que al traerlos a este viaje nos miran con esa distancia imprecisa que resulta de evocarlos sin orden. Las estaciones del pasadoaparecenen nuestros recuerdos de la misma manera que viajamos a ellos, y ellos se revelan.