Siempre
que hablamos, recitamos, hacemos un discurso, defendemos una idea o
reivindicamos una propuesta, además de incluir
nuestras palabras, llevamo nuestra voz que en sí misma crea
espacio. Y digo esto porque soy mujer, y
como cualquier mujer debemos constantemente
crear nuestros espacios públicos, porque los espacios privados han sido
designados para nosotras desde
que la vida necesitaba de cuidados.
Dice la
leyenda que Prometeo, el protector de la civilización humana robó el fuego de
los dioses, y éstos, para vengarse de los hombres, crearon la primera mujer : Pandora. Cada dios le fue concediendo algunos dones:
el de la belleza, la seducción, la curiosidad, hasta el carácter inconstante
entre otras ofrendas. Esta mujer venía con una caja que contenía todos
los males de la humanidad por lo que nunca debería abrirse, pero ella muy
curiosa la abrió. Pandora se asustó tanto que
presurosa cerró la caja dejando dentro la esperanza.
La
humanidad crea sus propios mitos,
leyendas o cuentos para entender y
comprender el mundo en el que vive, por eso, a través de las palabras tratan de comunicar y
educar a los hombres y las mujeres.
Ya los
filósofos griegos llegan al conocimiento por el método socrático de hacerse preguntas, contestarlas y
a partir de ahí deducir
conclusiones. Estos filósofos llegaron a
la conclusión que el acto de parir ideas
era muy superior al acto de dar a luz de cualquier mujer. También los filósofos
con sus palabras y conceptos definían los
espacios.
Política
proviene de Polis, una palabra griega que significa ciudad. La política entre otras definiciones es el
arte de vivir en sociedad y el arte de gestionar los asuntos del pueblo.
Las ciudades como espacios para compartir se han basado en los intereses
personales, económicos o políticos, dejando fuera la participación en las
responsabilidades afectivas y en los trabajos cotidianos. El urbanismo en las
ciudades nunca ha estado al servicio de la sociedad, tampoco al servicio de las
mujeres, ni a las necesidades del cuidado de la vida. Las ciudades son un
escenario abstracto que funciona mediante intereses económicos, las
infraestructuras se crean partiendo de esta premisa
En esta
tesitura algunos trabajos que en privado eran ocupados por mujeres, como la
de barrer la puerta cada tarde, cuando se transformaron en empleos, pasó a ser un espacio público ocupado por hombres.
Los mejores cocineros siempre son
hombres, los mejores modistos, y
por supuesto los mejores peluqueros.
El cuidado de la vida debería ser el núcleo de nuestra existencia en el corazón de la ciudad o de las ciudades. La sociedad
entera necesitaría crear esos espacios
para el bien común de todas las personas.
La
visión que tienen la mayoría de las mujeres de la política, se basa en la idea de que es agresiva, competitiva y que
los espacios públicos y políticos no son para nosotras, por las diferentes realidades sociales que
asumimos . Otras ideas son el sentido
del ridículo, y el miedo a equivocarnos, pero yo reivindico el derecho a
equivocarnos, reivindico el derecho a aprender de nuestros errores. Reivindico
nuestro espacio.
En esta cuestión hay que tener en cuenta las
micropolíticas que se gestionan desde las asociaciones de madres y padres en
los colegios, que en su mayoría tienen rostro femenino. Estos espacios se van
creando con la presencia de madres, mujeres preocupadas por la educación de sus
hijos e hijas. La política no nos es ajena, vivimos en grupos sociales, vivimos
en ciudades que de un modo u otro se gestiona la sociedad, sus relaciones y también la política. No hay que tener miedo.
Todo
este tiempo hemos estado conjugando el pronombre personal ‘nosotros’ un
genérico masculino que incluye a todos, pero debemos conjugar
el nosotras y el yo, buscar nuestra identidad , crear nuestros
espacios con el nosotras para después incluirlo en el nosotros, porque ese ‘nosotros’
estará enriquecido por la otra mitad de la población que somos las mujeres.
Y como
he dicho al principio, tenemos que tomar la palabra, crear nuestra propia voz y
liderar los espacios. Todavía nos queda
la esperanza.