Hay días que me gustaría cambiar el mundo, incluso hoy que el sol se cuela en el aula y la luz anuncia primavera. Fue en ese instante que al acabar de contarles el cuento de Pinocho, Paula fue a la estantería y cogió al Pinocho de madera y comenzó a tocarle la nariz. Me acerqué a preguntarle si le había gustado el cuento y me contestó que no. ¿No? No, siempre nos dicen que si mentimos nos crecerá la nariz, pero los mayores nos mienten y a ninguno todavía le ha crecido. La niña seguía sujetando el muñeco entre sus manos y al mirarla noté esa mirada cristalina y brillante que me hizo dudar un minuto. Luego Paula me narró un cuento que le contó su abuelo y que un grupo de niños escuchó.
“Amalita caminaba con su madre y al pasar por una floristería vio que anunciaban flores de todo tipo: plantas llamadas del ‘dinero’, flores del amor, pensamientos, rosas y, le dijo a su madre que quería preguntarle a la florista por una flor. La mamá de Amalita abrió la puerta de la floristería y la dejó pasar. Al entrar, le preguntó a la dependienta:
-Por favor, tiene usted la Flor de la Verdad.
La florista al escucharla sonrió.
-Pues esa flor sólo se puede vender en semillas porque depende mucho de cómo se la cuide. Espera , por aquí me quedan algunas pero sólo te venderé una. Cuando crezca te pasas por aquí y me cuentas como ha salido ¿vale? - Le dijo mientras miraba a su mamá.
Amalita iba muy contenta con la semilla cerrada en su mano. Al llegar a su casa buscaron una maceta y la plantaron. La niña la regaba cada día y esperaba que creciera.
Y la planta un día floreció con muchas espinas, así que al querer tocarla salía herida.
Amalita cogió la maceta y fue a la floristería. Buscó a la dependienta que le vendió la semilla y le mostró la flor.
-¿A qué es una flor rara?- le preguntó. Ahora ya sabes que la Flor de la Verdad tiene espinas.”
Miré a Paula, ya había abandonado el muñeco en la estantería y antes de ir a jugar con sus compañeras me dijo que su abuelo le había dado un consejo.
- A pesar de las espinas, la verdad hay que cogerla con ambas manos.
Vi sus ojos brillantes antes de darme la espalda
El sol entraba a borbotones en la clase y entonces quise cambiar el mundo pero sólo abrí la ventana para que entrara el aire.