viernes, 16 de octubre de 2009

MADRE











I.-
El día que mi madre se convirtió
en pétalo de rosa, mi hermano templaba
la guitarra sin hacer sonar la cuerda
por la cual se deslizaba el gato negro
que le había mordido el corazón.

Todos llevábamos ventanas en los ojos
y en el recibidor de nuestra boca
nudos donde colgar un punto suspendido.
Castigados de cara a la pared
Hacíamos ovillos con las manos
y huíamos por los pasillos
silenciosos, largos y antisépticos.

Ese día, mi madre amaneció recostada
en le reglón de una nueva página.
Como reciente cosecha se dejó
acariciar por el acorde de muchas notas
y así la guitarra afinó sus esquinas
para oír el concierto de nuestras risas.

II.-

A pesar de que se filtre toda la luz por las ventanas de los hospitales, si se instala la incertidumbre sólo existe penumbra. Intuimos que detrás de las nubes está el sol, como la vida que debería aparecer sin preámbulos. En los hospitales, además de enfermos, camillas, médicos, enfermeros, medicinas, etc., hay pasillos, y salas de espera, y cafeterías donde se encuentran los familiares de los enfermos acompañados cada uno de su propia nube, y puede ocurrir que a veces llueva dentro de un ascensor sin previo aviso, o a solas en cualquier baño, o caminando a la salida del hospital. Estos lugares, aunque no siempre, son la antesala de las despedidas, algunas llegan a ser definitivas y otras nos van avisando, porque nada vuelve a ser igual una vez que entras.

La vida nos mide el tiempo, y miro a mi madre recostada en la camilla, atada a una botella de oxigeno, otra de suero, invadido el cuerpo de electrodos y la observo mientras duerme. Y recuerdo aquella tarde en la que abrí su armario y registré entre sus vestidos cuando percibí el olor dulce de su perfume seguido de un sentimiento de ternura que me asaltó de golpe, fue un instante en el que vi a mi madre por primera vez como una persona independiente, con su propio mundo, con su propia vida, con su olor impregnado en las ropas. Todavía con la ternura entre mis manos, recogí su camisa y en unos segundos la recuperé, y también su dulzura, que nunca dejó de serlo. Por eso, ahora que la miro descansar, se me agolpan de nuevo los sentimientos, el amor de caminar juntas sobre la vida; la que tenemos, la que ella misma nos ha ofrecido, la que lleva en su corazón desbordado, la que nos guarda cada día sin decir nada.


Poema y texto: Encarni Fernández Sánchez





6 comentarios:

Anónimo dijo...

Es un buen texto, se nota que sabes de lo que estás hablando. Yo llevo ya más de cinco meses turnándome con mis hermanos para atender a mi madre, no es nada grave, pero han tenido que operarla tres veces para ponerle una prótesis nueva en la cadera. Los hospitales son así, puede llover en cualquier sitio y nunca se sale siendo la misma persona. Pero lo peor de los hospitales son las plantas de psiquiatría. Esa clase de enfermos destruyen, aun con silenciosa presencia, todos los fundamentos sobre los que creemos entender la vida humana.

Brisa de Venus dijo...

Comprendo por lo que estás pasando, tal vez porque comencé muy pronto, y aquella vez nos tocó una despedida importante hace ya muchos años, pero, a pesar de todo, recordaré la gente con la que me crucé y la manera que tuvimos de compartir las lágrimas y la humanidad, entonces yo era más joven y aprendí lo importante de la vida. Creo que estar en un hospital siempre duele, y como bien dices los enfermos de psiquiatría son los más terribles, porque de alguna manera se rompen los esquemas de la propia vida.
Espero que se recupere pronto tu madre.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Hola cielo.

Cada día escribes mejor, y ya veo que vas mejorando el blog, has añadido muchas cositas y hasta música! no sabes cuanto me alegro de ver que puedes expresarte así.

Al margen de esto: Ya me matriculé. A ver si este año coincidimos en algún examen, y antes de eso, cualquier mañana podemos coincidir para un café.

Vesicos!!

Encarni dijo...

Hola nena, me alegro mucho de verte por aquí, y gracias por tus palabras, sigo siendo algo novata en todo esto, pero intento aprender cada día.
Yo estoy pendiente de matricularme, a ver si en esta semana puedo.

Oye que lo del café lo tengo pendiente, ya te llamaré, vale?

Un beso guapa.

estoy_viva dijo...

Que puedo decir de los hospitales que tanto conozco no solo por mi sino por los dias que tuve que pasar primero con mi padre despues con mi madre, son frios, antesala como bien dices de lluvia que te hace transpasar el frio que te hiela el alma, hay tantas historias amargas de las persona que yacen en esas camas, tantas lagrimas en las despedidas cuando desaparecen las familia y el enfermo se queda en aquel lugar.
Sabes para no amargarme me refugiaba en mi mundo interior, escribia, inventa un mundo diferente donde era feliz por un momento era mi escape ante lo que estaba pasando.
Me puse un poco triste, es que lo cuentas demasiado bien que vuelvo a revivir todo aquello que tengo muy presente.
Con cariño
mari

Brisa de Venus dijo...

Mari, no era mi intención ponerte triste, tal vez, en el momento que lo escribí yo sí lo estaba y a veces es inevitable transmitir lo contrario de lo que sientes, pero bueno, la vida sigue, continúa, y nosotro/as con ella.
Un abrazo.

Encarni