viernes, 14 de octubre de 2011

5. El paraguas



Pero a veces con el tiempo las nubes chocan unas con otras haciéndose oscuras y vengativas, y aparece la tormenta que atraviesa el cielo con sus rayos. Y eso, es lo que ocurrió; un vendaval de celos que rompió todas las nubes con sabor a tierra mojada. Pronto llegaría también la lluvia empapando los recuerdos, traspasando su ropa, dejándola sola y fría; arrinconada por sus emociones que, le hacían sentirse desnuda y vulnerable. Así rodeaba su cuerpo con los brazos para sofocar la tiritona de la soledad; ese vestido grande por el cual se escapaba el calor y la vida.
Entre sus pertenencias apareció aquel paraguas, que en un principio no supo quién lo olvidó o quién lo dejó en casa y, lo abrió para esparcir los colores en el campo, para resguardarse de todo y sentirse protegida. Conservó el paraguas desde aquella vez que se cobijó de los celos.
Ese sentimiento tan humano y tan atroz que, fue apoderándose de Martín convirtiéndolo en un coleccionista posesivo, obsesionado en aferrarse a sus íntimos deseos o capturar los sueños más privados y encerrarlos bajo una cortina de silencio. Al principio, ella pensó que se trataba de un juego, tal vez, un poco absurdo, pero después de aquella conversación que mantuvo con él en el pasillo del instituto, descubrió que su terquedad iba más allá de un simple divertimento.
- ¿Cómo has podido sonreírle así a Marco? Le has brindado esa sonrisa que me ofreces tú cuando voy a verte a casa de tus padres, o cuando quedamos para ir al cine, o cuando hacemos el amor… Le has regalado esa sonrisa brillante tan mía, tan de nadie más. Debiste ofrecerle esa otra que utilizas conmigo cuando no te crees del todo lo que te cuento, o esa otra expresión algo cínica, que me desarma cuando te burlas de mí. Pero no. Le has ofrecido, la mejor de tus sonrisas, a ese mequetrefe.
- Debes estar bromeando, Martín. Dime por favor que, es una broma, porque si no lo es, es lo más estúpido que acabo de escuchar en mucho tiempo. No me digas qué tienes un catálogo de todo lo que hago…- estaba tan enfadada que elevó su tono de voz para preguntar- ¿también has catalogado mis enfados? ¿El tono de mis gritos? Porque si eres capaz de leer la expresión de mi cara, está de aquí, podrás distinguir sin esfuerzo si estoy cabreada o muy cabreada.
-Estás… muy enfadada.- musitó el joven.
-Muy bien. Ahora mírame y dime, si este gesto también te pertenece.
-No.
-¿No? – Alma contrajo tanto su cara que bien podía haberla dibujado con la expresión de aquel momento, pero se contuvo de coger un lápiz y plasmar ese ademán tan agrio.
-Yo sólo guardo tus sonrisas, las dibujo, las tengo todas aquí, mira – le dijo de una forma casi infantil mientras sacaba una libreta con los dibujos hechos a lápiz, y debajo de cada trazado había anotado una descripción del momento y el lugar donde surgió la expresión. Alma, le miró entre sorprendida y alarmada por ese descubrimiento que no pudo describir con facilidad.
Ella misma sintió una punzada en el estómago cuando descubrió otros cuadernos de dibujo en la habitación de Martín unos días después; dibujos de ojos y miradas, de labios y sonrisas, de manos y gestos, dibujos que no eran suyos, dibujos que pertenecían a otras mujeres que conocía, algunas eran amigas suyas. Miró todos los cuadernos, para ver toda la colección de aquellas pequeñas cosas que pueden pasar desapercibidas, pero que pertenecen a la idiosincrasia personal de aquellas mujeres dibujadas. En ese instante, se le mezclaron las emociones como un coctel de nubes blancas y negras; sentía admiración por el artista que pudo captar la belleza de unos ojos o de una sonrisa, por otra parte, pensó en la obsesión de él con sus propios gestos y el sentimiento que le puso a sus palabras sobre la pertenencia de sus expresiones. No supo que pensar, sólo percibió que algo se había movido en su interior y quería salir, salir de la habitación y de la casa, porque viendo los bocetos comprendió a Martín y conoció los celos, o eso pensó, porque los reconoció como sentimientos extraños y nuevos en ella. No era la única en su vida, ahora lo sabía, lo acababa de descubrir. Ante la evidencia y el descubrimiento se le ocurrió abrir el paraguas, el primero que tuvo a mano, de tonos rojizos, que en principio desconocía de quién era, lo desplegó y se quedó dentro imaginando que, los celos se quedaban fuera, que los celos era una lluvia que calaba hasta los huesos y necesitaba resguardarse de esos pesares, de todos aquellos dibujos que no eran de ella y dejarlos fuera. Mientras llovía debajo de sus ojos, apareció Martín de vuelta de su partido de futbol, y la vio, allí sentada, en el suelo junto a sus cuadernos de dibujo bajo el paraguas abierto.
-No debiste fisgonear entre mis cosas. –dijo el joven que entró en la habitación con la ropa deportiva sudada, el pelo húmedo y revuelto.
Ella permaneció impasible, quieta, con la mirada perdida, hasta que giró la cabeza y cruzó su mirada con la de él.
-¿Todo esto también te pertenece? -Le preguntó, limpiándose las lágrimas con la mano que le quedaba libre y después señaló los cuadernos.
-Son míos, así que me pertenecen.- sentenció Martín.
Alma quedó callada, se incorporó aún con el paraguas abierto, lo cerró, lo puso cerca de los cuadernos, se levantó la falda de forma mecánica, se bajó las bragas y se las tiró.
-Esto también te pertenece, así que quédatelas como recuerdo.
- ¿Pero qué haces?- preguntó a la vez que apartaba la prenda de su rostro. Y recordó a esa niña imprevisible que utilizaba todos los recursos que tuviese en su mano para defenderse o para sorprender.
- Nada, Martín. No quiero nada tuyo. Desde hoy, desde este momento, entre tú y yo estará este paraguas.
Él no dijo nada, hizo ademán de arrebatárselo pero se contuvo quedándose quieto y mirando al suelo.
La joven se agachó a recoger el paraguas y se adueñó de uno de los cuadernos de dibujo, le miró desafiante y le dijo:
-Éste es mío, y, lo que hay dentro también.-le dijo apuntándole con el paraguas cerrado.
Martín la vio marcharse de su habitación, todavía sujetaba con una mano la prenda íntima que luego arrojó con violencia en cualquier parte, se sentó sobre la cama y comenzó a abrir todos los cuadernos uno a uno hasta encontrar las manos que sujetaban ese paraguas que acababa de marcharse con Alma, las miró y con la punta de sus dedos acarició los trazados perfectos de dos manos en el papel.

16 comentarios:

Eastriver dijo...

Los gestos... por ejemplo. ¿Sabes que gesto en el siglo XV significaba rostro? Garcilaso, en un soneto precioso, le dice a la dama, a su Isabel, "Escrito está en mi alma vuestro gesto"... Pero esa manera es diferente de la que tu cuentas: una cosa es tener escrito el rostro, o el gesto, de la persona amada, la otra es sentir que te pertenece.

Anónimo dijo...

Alma reaccionó a tiempo, hizo muy bien en poner fin a un arelación que la hubiese esclavizado toda la vida. Lo de Martín no era amor posesivo, era solo posesión, a secas, hasta el punto de creer que le pertenecía su sonrisa.
Feliz fin de semana.

Anónimo dijo...

Encarni...primero voy a decir una frivolidad...le tira las bragas y lo mata...¿sabes de que pelicula se trata?...de Bragada Criminal.¡jejejeje!es que es lo que me acaba de venir a la memoría en la secuencia de las bragas.
Dicho esto, no hay nada peor que "esa posesión " esos celos enfermizos que no dejan respirar...Hay que huir siempre de esas actitudes que al final re destruyen.
Deseo que sigas bien.

ana dijo...

Los celos son un síntoma claro de inferioridad, los amores así acaban como el rosario de la aurora. Un relato precioso muy bien narrado.

Un besito, compi.

emejota dijo...

Que bien escribes. Lo que ocurre, esta vez, es que las historias de jóvenes inseguros, como que ya no me dicen .... hace tanto tiempo.... Beso.

Isabel Martínez Barquero dijo...

Las expresiones y los gestos del ser amado las conocemos al dedillo, las diseccionamos y tenemos un álbum secretos con todas sus variantes.

Malos los celos, pero buenos cuando avisan y uno se desliga a tiempo de una relación que sólo le va a hacer sufrir.

En cuanto al relato en sí, creo que podrías mejorarlo, Encarni, trabajarlo un poquito más. Te lo digo con confianza, porque sé que puedes sacarle más jugo y te he leído otros muchos muy depurados.
Espero no molestarte con esta última apreciación, pues no es mi intención hacerlo, sino una muestra de cariño y de creencia en tus posibilidades.

Un beso.

mariajesusparadela dijo...

¿por qué todos han visto los celos de él y no los de ella?
¿por qué él no es un captor de expresiones, que por algo es artista, y en un momento siente celos porque ama?
Los celos, creo, no son malos en sí mismos, son malos si nos dominan.
Me encanta el relato y lo que hay detrás.

virgi dijo...

Habrá que tener un paraguas a mano...

Besos

Encarni dijo...

Isabel, tienes razón, se podría mejorar. Dudé en publicarlo o dejarlo perdido entre mis carpetas, pero recordé lo que dijo la monitora del taller de narrativa que debíamos olvidar que nuestros escritos eran nuestros y asumir las críticas, porque es la única forma de aprender.
En estos días ando un poco dispersa por diversos motivos, y trabajarlo ahora sería estéril, debería dejarlo un tiempo y volver a él. Los verdaderos escritores dicen que más que escribir, re-escriben una y otra vez. Por ejemplo Gustav Flauber estaba constantemente corrigiendo sus escritos.

También me acordaba de Alfredo Bryce Echenique en una entrevista hace muchos años que escuché en la radio y explicaba que después del éxito que tuvo con 'El mundo de Julius' pensó que nunca escribiría nada que estuviese a la altura, y que por eso tardó siete años en publicar el siguiente. Decía que, el éxito era lo peor que podía ocurrirle a un escritor, porque le ponen una nota y lo que salga después, como mínimo debería estar a la misma altura.
Supongo que como estoy en proceso de aprendizaje me equivocaré muchas veces, por eso, agracezco tu sincero comentario.

Un abrazo fuerte.

Isabel Martínez Barquero dijo...

Encarni, mira que venía preocupada por lo que te puse, por si te había sentado mal, pensando que me pasé; porque sabes que en esto de los blogs prima el comentario siempre amable y todo es genial. Pero no sé mentir y, menos aún, con quien me cae muy bien o le veo auténticas dotes, y sabes que te las veo, porque te he leído relatos muy hermosos.
Me has dejado tranquila con tu respuesta, la verdad. Y estoy de acuerdo con lo que dices: siempre se reescribe todo, se perfila, se mejora, se depura, se fija el argumento..., qué sé yo.
Nadie somos perfectos, y yo menos que nadie, pero donde se puede construir un mueble con madera noble, no podemos conformarnos con un conglomerado, ¿no te parece?
Quizá me pasé. En el fondo, mi trato hacia ti fue el mismo que me dispenso a mí misma. ¡Menos mal que me has entendido, pues te aprecio de veras!
Gracias, preciosa.
Ah, y a todos nos ocurre: no siempre estamos finos, pasamos días, épocas... Lo importante es escribir, que luego vendrá la mejora.
Un beso enorme, siempre.

Ana dijo...

El afán de poseer aquello que nos gusta o amamos es la forma más eficaz de acabar precisamente con la esencia y lo más auténtico de ese amor; los celos son un sentimiento indigno y humillante para el objeto y el sujeto que los padece.

Te dejo un enlace de Manolo García que escuché el otro día por casualidad y que viene como anillo al dedo.

http://www.youtube.com/watch?v=88CXXDdvDfM&ob=av2e&hd=1

José Vte. dijo...

Los celos crean inseguridad y tarde o temprano rompen con cualquier relación. Celos hay de muchos tipos, celos por amor, celos artísticos o celos profesionales. Todos ellos son iguales de dañinos, generalmente para el que los profesa.

Muy buen relato, como nos tienes acostumbrados.

Un abrazo

Larisa dijo...

(Tú no eres gentuza, nena. Tú vales mucho. Escribes de cine, lo vi en uno de los concursos de María Jesús. Estoy encantada de que hayas pasado a vomitar en mi virtual casa, sus puertas están abierta para ti. También me habría gustado que viniesen algunos de esos humanos que se toman todo esto en serio, porque son pasto para mis hámsters, pero nada puede ser perfecto. En cuanto al 'Hola!', se empeñan en ficharme, es cierto, pero lo rechazo una y otra vez porque prefiero continuar en Intereconomía, donde soy el azote de esa casta parasitaria de rojos perroflautas que nos inundan. Y ahora me retiro a igualarme la barba. Gracias).

Anónimo dijo...

Nadie pertenece a nadie sino a si mismo.Los celos son una defensa, cuando sobrepasan ciertos limites, son una desgracia para la relación y abocan a su fracaso.
Reciba mis saludos.

diego dijo...

Encarni, me encanta haberte descubierto, o seguir descubriéndote. Yo estoy recién abierto al mundo de la narrativa (el año pasado participé en un taler en Madrid) en el que creo que aprendí algo, y es un placer leer historias como las que tú nos relatas aquí para seguir aprendiendo.

Ana dijo...

Vuelvo a comentarte, me ha gustado el relato, y opino que todos estamos en eso de mejorar, los que escribimos, los que opinamos y los que hacemos las dos cosas, por eso vamos a un taller de narrativa, pero pienso que eso de opinar en forma de crítica tendrían que hacerlo aquellos que saben mucho de esto.

Un abrazo y no pares, sigue, sigue.