JUEGO DE MAR Y OLAS
Este azul que
flota en el aire y se respira, este azul que llena de nubes
el paisaje y
desborda el horizonte en mis pupilas,
me hace sentir
orilla;
una extensa
alfombra de arena y camino.
O torre de vigía
para observar los peregrinos que llegan con sus gritos celestes
y se acomodan en
su regazo tibio de sol.
O en silencio, ser una
escalera amarilla que sueña con los
recovecos
de la playa y sus juegos de
pimpón.
Es el mar que me
seduce.
O seduce a la gente y los engulle un verano con
cánticos de sal
y otras veces, en su bravura, quiere la soledad
de otras olas,
más violentas y
audaces,
cuando una lengua
de sombrillas multicolores aparecen nacidas
desde sus raíces para la
contemplación.
Pero no soy una
orilla,
quizá una caracola
que guarda el sonido del mar muy dentro,
con esa certeza
vivo,
con esa certeza observo las huellas en la arena que dibujan el pespunte de su borde,
una ribera
de tiempo con olas como reloj de agua.
Y aquí mi
infancia,
nuestra infancia rueda como un balón llevado por el viento.