2. Los campos y la campana
3. La copa (continuación)
La copa de cristal guardada durante todos estos años volvía a su vida, siempre fue suya, desde el mismo día que nació, incluso antes. Y para que la tuviera entre sus manos como ahora, ha debido de ocurrir todo, todo lo que debía de ocurrir. Ha tenido que soplar el viento y hacer sonar la campana, ha debido de haber luna llena y nacer su hija, ha tenido que ser madre para volver a la suya, ha tenido que llover para recoger el agua, ha tenido que volver otra luna para recuperar su copa. Aquel fue siempre el rito, una madre detrás de la otra, como las matrioskas de su estantería, dividida por la mitad para crear un nuevo círculo o cerrarlo como los círculos que contiene la copa; un circulo en la base que sujeta el tallo hacia arriba como el cuello de una matriz dirigido hacia el cáliz, o hacia ese otro círculo en el borde como una boca abierta esperando la vida. Así debía de ser.
Así sería también con su hija. Esperaría la llegada de la siguiente luna llena y prepararía el rito para la nueva Dama. Ella, como madre – igual que hiciera la suya- debía preparar las cuatro copas: una de tierra como la tierra que la vio nacer, otra de agua como el agua que cae del cielo, otra de fuego con la llama de una vela atrapada en el centro y otra de aire que quedaría vacía. Las ordenaría en el campo sobre los cuatro puntos cardinales, y dibujaría un camino sobre los cuatro elementos representados allí sobre las copas de cristal, un camino simbólico que trazaría para la niña y que debiera iluminar el resplandor de la luna en su cenit. Al dar las doce de la noche, se colocaría a la criatura al principio de aquel garabato en la tierra y todas las mujeres de la familia se cogerían de la mano, unas a otras, presentando la nueva fémina a la noche y las estrellas. Al terminar el ritual, la madre recogería la tierra como alimento para su vida, su abuela recogería el fuego como llama viva de la estirpe y la madrina se llevaría el agua para paliar la sed del futuro. Solamente la copa vacía, la copa que pertenecía al aire se guardaría en un cofre hasta que el tiempo la convirtiera en madre.
Y desde hacía una luna se había convertido en madre. Sus brazos se acunaban como el bambú, su pecho se ofrecía como fuente y pábulo, su regazo desprendía el suave calor para el esmero. Todo era poco para ese pedacito de ‘rabo de nube’ como cantaba Silvio Rodríguez en su cabeza. Allí estaba su deseo, con ojillos abriéndose al mundo, con el perfume delicado de la sonrisa más limpia, con el tacto de una pequeña flor y sus pétalos abiertos, moviendo sus brazos en la cuna.
Y allí estaba su copa de cristal, que había guardado la transparencia bajo el silencio y la oscuridad del tiempo. El cristal era lo único que quedaba de las antiguas Damas de Castro, leyendas que apenas tenían voz entre los habitantes y que a veces parecía un rumor o un cuchicheo en los labios de algunas ancianas. Ya no hacían falta castillos subterráneos, ni vestir el blanco impoluto de las novias, ni ser las vírgenes escondidas de los viejos libros a quienes otorgan oraciones.
Ahora llenaría la copa, volcaría su vida igual que una botella de licor y la llenaría de recuerdos, de pensamientos que tomarían el cuerpo de un buen vino en sus labios, y los sueños serían el elixir, el perfume embriagador de lo que fue y se respira. Ahora podía mezclar todo aquello y alzar su copa para brindar por la vida. Porque las meigas nadie las ha visto pero, haberlas haylas –dijo mientras la elevaba por los aires y sorbió el primer trago
La frase sonó gastada en sus oídos, como el reflejo de una verdad en su consciencia, ella, que se sentía como una sombra arrastrada a sí misma, de igual modo, como sombras había vivido toda su estirpe, como el reverso de una moneda, o de una puerta, igual que el interior de una caja. Estos años habían sido un largo pasillo de silencio, de vivir igual que su copa, en la oscuridad. Tuvo la tentación de estrellar la copa contra la pared y que la estirpe rodara en minúsculos pedacitos por el suelo, deseaba acabar con la farsa, con la ceremonia y con la celebración, algo que por otro lado la liberaba de su nuevo papel en la familia. Dudó de su preparación, de su madurez, de la etapa que debía cubrir con su pequeña, del futuro incierto, de su responsabilidad… y con las miles de interrogantes acercó la copa a la pared, preguntándose qué sucedería si hiciera añicos su propia historia.
- ¡No! ¡No puedes hacer eso ¡ - le ordenaba una voz reconocida.
- ¿Por qué no, abuela, por qué no debería romper este pedazo de cristal y acabar con todo?
-Porque todas hemos tenido esa tentación al quedarnos solas. Y siempre acude alguien como yo al rescate de la incertidumbre. Ahora se te abren otras puertas querida niña, las mismas que tendrás que abrir un día para tu hija, las mismas que abrió tu madre para ti.
De nuevo, cogió la copa entre sus manos y mientras sorbía otro trago, oyó el aire entre los árboles que viajaban sin tregua hasta ella.
Todas las fotos son propiedad de Mª Jesús Paradela.
19 comentarios:
Qué hermosa leyenda, Encarni. Y no sabes hasta que punto propia de esta tierra de mujeres solas (los hombres emigraban, Rosalía de Castro hablaba de "viudas de vivos"), llenas de incertidumbre, a veces y fuertes a la fuerza(yo misma, por partida doble).
Las mujeres recogemos el testigo de nuestras madres, que a su vez recogieron de las suyas. Cada una de nosotras somos un eslabón más de una eterna cadena. Pero a veces ese testigo pesa tanto... ¡Resulta tan duro llevar su pesada carga...! En no pocas ocasiones nos rebelamos y nos sentimos tentadas de arrojar la "copa" contra el suelo, creyendo que seremos más libres; pero lo cierto es que nadie puede deshacerse de su pasado con un simple gesto, y que la libertad es un valor más profundo.
Es un relato muy interesante, supongo que escrito para hacernos disfrutar y, sobre todo, pensar.
Un placer "competir" contigo.
Muy bonito, Encarni, con toques mágicos y arcanos y, sobre todo, enraizado en la cultura de leyendas de Galicia. También, reivindica a la mujer como transmisora de la memoria familiar.
Mucha suerte en el concurso y miles de besos.
Qué alejados estamos de la magia natural...
la suplimos con pequeños ritos cotidianos y domésticos intentando darle un sentido a algo, porque parece que todo carezca de sentido, y sin embargo el sentido está allí, detrás de esa puerta, escondido en esos cuatro elementos de la naturaleza.
Me ha gustado tu relato.
Besos,
Una historia con mucho misterio y tradición gallegas, dificil de comprender, quizás, para el
profano, pero que has trabajado magníficamente bién en todos su detalles. merece la victoria o una alta puntuación.
Mucha suerte amiga! recibe un fuerte abrazo.
Preciosa y envolvente historia :)
Un abrazo y suerte
Un colofón fantástico para esta triología, que se lee y relee con mucho gusto.
Mucha suerte y muchos besos
Interesante leyenda, muy bien narrada. El poder de la fecundación y como se trasmite de madres a hijas es algo que siempre fascina.
Los hombres, supongo, que nunca entenderemos del todo ese misterio.
Mucha suerte en el concurso.
Un abrazo
Un estupendo relato, serás una difícil competidora, pero intentaré superarme para alzarme esta vez con la copa.
El circulo que se cierra, una historia llena de simbolos hilada a la perfección, Preciosa sin duda.
Un abrazo.
A veces es verdad que dan ganas de romper la copa de la vida; muy bien contado, suerte y abrazos. Soy Reyes .
Un relato lleno de la mágia de las leyendas, donde describes el mundo femenino de una manera impecable.
Un placer leerte.
Soy MARIPAZ
Un relato muy bien narrado.
Esto no es "un juego de Damas", es una defensa del linaje que generación trás generación, a veces se convierte en carga, representado en esa copa que romperia añicos contra la pared en un justo acto de rebeldia femenina.
Todo un placer.
Mis saludos
Te lo has currado de lo lindo, esa copa es testigo de vida, vida de mujeres que son ya como una leyenda en una tierra con misterio.
Lo has puesto muy difícil, te deseo toda la suerte que mereces.
Un besito paisana.
Hermosa leyenda con costumbres y tradiciones típicas. Un lujo leerte y seguirte. Saludo cordial
Muy trabajada esta trilogía, solo por el esfuerzo mereces el premio de la victoria.
Me quedo con esa visión de sus ancestros, animándola a seguir adelante, a ser fuerte y luchar aunque se sienta sola.
Un abrazo
ibso
Ahora se te abren otras puertas querida niña, las mismas que tendrás que abrir un día para tu hija, las mismas que abrió tu madre para ti.
el mensaje es esperanzador.
y esta historia, preciosa. Siempre es un placer leerte.
un abrazo
y mucha suerte :)
Siempre me gustan tus relatos (no en vano ya ganaste, en varias ocasiones, el concurso).
Felicidades, suerte y un beso.
Hola, Encarni, es la primera vez que entro a tu blog, me ha gustado mucho, así que voy a quedarme como seguidor.
Te dejo un cariño.
Humberto.
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