viernes, 30 de mayo de 2014

La formidable fábrica del miedo



     Hacía unos meses que el restaurante  ‘La formidable fábrica del miedo’ abrió  muy cerca de su casa.  A Nico, le llamó  la atención los nombres  de los platos del menú.  No podía imaginar cómo sabrían los batidos de sangre o las tripas rebozadas, o como las tapas de más éxito  fueran  los sesos Franquestein y las criadillas del hombre lobo.   El niño deseaba curiosear,  y a hurtadillas,  sin ser visto se coló en la cocina.  A esa hora aún no había llegado nadie. Nico revolvió entre  los cajones , ojeó  la despensa  y se atrevió a subirse a una silla para alcanzar de un estante,  un frasco en el que podía leerse ‘semillas de miedo’. Miró a ambos lados, abrió el bote y  extrajo unas cuantas semillas que las guardó en  el bolsillo de su  pantalón.  Al cerrar el tarro, oyó algunas voces que se acercaban.  Un poco nervioso quiso saltar de la silla y cayó al suelo golpeándose las piernas. El ruido que propició hizo que acudieran dos mujeres vestidas de blanco . Ambas vieron como el niño se incorporaba y aterrorizado salió corriendo de la cocina.
      Esa noche antes de dormir  Nico  tomo una semilla como si fuera una píldora  y se metió en la cama. Al poco rato, desde su estómago   comenzó a germinar  por todo su cuerpo hasta llegar a enraizar en  los sueños.  Vio a las dos mujeres del restaurante que afilaban sus cuchillos, el niño  permanecía atado por los pies  e intuyó que  sería carne y vísceras de aquel matadero por la conversación que mantenían con respecto a  él. Mientras reían  enunciaban el nombre de las nuevas recetas  que producirían con su cuerpo.   Al oírlas, el corazón comenzó a latir deprisa. Sintió  un profundo vértigo en la barriga que le despertó de la pesadilla.

     En el desayuno, la madre abrió  un  sobre con publicidad, el padre la observó y comentó: esta  noche cenaremos en el nuevo restaurante. El chico al oír aquello vomitó sobre la mesa,  los padres sorprendidos vieron  como  se esparcían unos extraños granos  sobre el mantel. Nico al mirarlos lo supo enseguida, pero no dijo nada.  Las semillas que robó  continuaban germinando en su interior  y volvió a sentir verdadero miedo.

(Este relato lo escribí para un encuetro que tuvimos la asociación Café de Palabras con un club de lectura llamado 'El puchero de los cuentos' . Si queréis saber más pincháis el enlace)