No sabía por qué le temblaba la llave entre las manos. Antes de abrir la casona, de la Cañiza, acercó el oído a la puerta e intentar escuchar algún ruido que viniera desde el interior, pero la casa respiraba en su silencio más absoluto. Para ella, era la casa del otoño, la casa de los recuerdos que se abren cuando se abre la puerta y entonces ella se hace pequeña y sube la escalera que ha esperado todos estos años sin reproche. Llegó hasta su habitación, quería verla como en un sueño que tuvo; su cuarto convertido en un campo de margaritas y amapolas por el que correteaba sin límites, fue un bonito sueño que guardaría como guardó su infancia plegada como un secreto. Pero allí, todavía quedaban restos de la niña que fue, y le produjo un extraño sentimiento caminar por la casa. A ratos todo le parecía grande, con esos ojillos que traía prestados de un ayer que le hacen las delicias del presente, del hoy, de la mujer que es y que se desdobla. Fue a la habitación de sus padres y vio en la mesita aquellas fotos que tanto veneraba su madre.
En una de ellas estaban sus abuelos en blanco y negro posando desde hacía muchos años en ese portarretratos que languidece la mirada y se vuelve pálida, pero no muere porque es un momento estático, un momento para no envejecer, porque el tiempo se detiene junto a ellos, aunque se deshojen muchos calendarios. En la otra foto estaba ella junto a su madre y desde que levantaba dos palmos del suelo, de puntillas alcanzaba a cogerla con ambas manos y la miraba intentando reconocerse. Se podía tirar horas con la foto paseándola por los pasillos, en varias ocasiones rompió el cristal que por fortuna nunca hizo herida.
Bajó las escaleras y caminó hacia la cocina. Se detuvo en el quicio de la puerta como hacía de pequeña, y espiaba a su madre cocinar mientras escuchaba las voces que salían de aquel trasto enorme que era la radio. No olvidó ese día que su madre estaba tan contenta, y como ahora descubrió que la observaba, apartó la comida del fuego, apagó la radio y le dijo:
-- -Ven, vamos a comernos los besos de árbol que ha traído tu tía.
Sin decir nada, siguió a su madre hasta el porche trasero, y sobre la mesa había una cesta de brevas.
-Ven, mi niña, te voy a contar por qué las llamo besos de árbol. Recuerdo que a tía Anuncia le había escrito un chico y se fue debajo de la higuera a leer la carta, allá en la finca Paradela. Yo la buscaba para arreglar unos tomates de la huerta y la encontré allí tumbada boca arriba, con los ojillos cerrados y abrazada a su carta con una sonrisa de bebé. Me acerqué a ella sigilosamente. Olía como huele una higuera en octubre, con ese aroma dulzón perfumando la finca.- Y vi aquella breva en el árbol a punto de miel, toda ella apetitosa, justo encima de la tía Anuncia, así que con mis poderes mágicos, plis, plis, plis, la hice caer justo en los labios de ella. Tía Anuncia abrió los ojos sobresaltada y se lamió el labio inferior degustando esa gotita de miel. ¿Te gusta? – le pregunté. Ella me contestó, que sí, que le había dejado un dulce paladar. Has visto Anuncia- le dije - el árbol ha venido a besarte. Y nos reímos a carcajadas. Desde ese día las llamamos así.
Entre sus recuerdos, aquel podía saborearlo, sólo le bastaba cerrar los ojos y sentir el dulzor en su boca.
Necesitaba volver a la casa y quedarse unos días, unos meses… no había decidido el tiempo, porque eso ya no importaba. Necesitaba reencontrarse con su infancia, con esa niña que le salió al encuentro nada más abrir la puerta. Y decidió ir a la finca a traerse unos cuantos besos.
22 comentarios:
Encarni: Confirmado. Tienes muchísimo más que tus manos. Ahí están también tu cabeza y tu corazón.
¡Qué bonito! ¡Una preciosidad de texto!
Encari...una dulzura de texto como la gota de miel que cae de la breva madura...espero "deshojar muchos calendarios", leyendote.
Una rival de nivel alto.
Un beso...para ti, Encarni.
Tienes un blog precioso. Quedas invitada a los dos míos.
Mucha suerte en el concurso.
Saludos.
No necesito decir cuanto me ha gustado y la ternura que rezuman tus palabras. Un beso.
Precioso Encarni, con ese gusto dulce pero algo tristón que tienen los recuerdos de la infancia, a los que hay que enfrentarse de vez en cuando, para bien y para mal, cuando ellos deciden presentarse o ir a tu encuentro.
Unos cuantos besos.
Hola Encarni, encantado de conocerte.
Un relato dulce, con sabor a la niñez, a la vida tranquila del campo, a los primeros amores. Con olor a la comida de mamá y a muebles antiguos. Me ha gustado mucho, suerte.
Un saludo, Ibso.
Qué delicia!! no solo por el sabor dulce de la breva, los besos del árbol, sino también por toda la ternura, el grato recuerdo de su infancia, la casa, el suelo de su cuarto sembrado de amapolas y margaritas, recordar y revivir las imágenes que "esos ojillos que traía prestados de un ayer que le hacen las delicias del presente"...
Una maravilla de texto. Mª Jesús Paradela estará encantada. No hay duda, volverás a ganar el V Concurso Paradela... me encantó.
saludos.
Una preciosa participación. Eres una digna rival. Tu prosa es tersa y elegante. Nos vemos en esta lid de amistad y buena convivencia. Suerte. Saludos.
Precioso relato, Encarni. Recreado, nostálgico, dulce, con la dulzura hermosa de los recuerdos de la infancia.
Enhorabuena y un besote grande.
Un precioso paseo por el recuerdo y la nostalgia. Qué necesario se hace a veces mantener el pasado presente. Sólo a veces claro. Vivir en él no se lo recomiendo a nadie.
Bésix.
Besos de árbol, que nombre mas bonito y mas poético, el relato como el propio árbol invita a sentarse tranquilamente a disfrutar de cálidos recuerdos y momentos entrañables.
Mucha suerte, Encarni
cuanta ternura desprenden tus palabras !!! es un placer leer tus relatos ya que ademas de disfrutarlos mientras se "viven" ,dejan un dulce poso en el alma al terminarlos.
besos y suerte en el concurso
Precioso y dulce relato. Me encantó eso de los besos de árbol.
Un saludo
noche
Un relato muy bello y muy muy tierno. Me gusta como escribes.
Bicos
Creo sin temor a equivocarme, que uno de los grandes secretos del ser humano, es el recuerdo, o la memoria (tal da)...sin él, no somos nada!
Buen relatillo con sabor. Sort!
Un abrazo.
Hola Encarni, en esta ocasión las fotografías de M. Jesús nos han hecho retroceder al pasado y sentir la nostalgia de lo que ya no es. En tu caso a esos besos de breva tan dulces. Un escrito conmovedor y tierno. Te mando un abrazo
NOTA PARA TODOS/AS: Gracias por vuestros comentarios, me alegro que os haya gustado. Se trataba de eso de pasar un ratito agradable, el caso es que he tenido una semana extresante y una noche me acosté pensando en la casa para inventar algo para el concurso y amanecí con la idea en la cabeza, pero no pude sentarme a escribirla hasta el otro día que colgé la entrada y así salió.
Mañana voy a viajar a ver a mi madre que anda malita con su corazón y no sé si podré seguir al resto de participantes que se incorporen, de todos modos os deseo suerte, además me alegra que en esta convocatoria haya más gente.
A la vuelta con más tranquilidad os visito.
Pues eso, una cesta de besos.
Encarni, ya le vez anterior tu relato me sorprendió muy gratamente. Ahora, de nuevo, me ha gustado mucho.
Tienes ese talento de la tierra andaluza a la que perteneces. mescla de culturas y de sabiduría. No te quepa la menor duda de que eres una muy digna representante de ella.
besos
Qué ternura emana de tu relato!!!
Un recorrido por la nostalgia y un encuentro con el ayer.
Preciosa narrativa.
"Entre sus recuerdos, aquel podía saborearlo, sólo le bastaba cerrar los ojos y sentir el dulzor en su boca."
Es cierto que los recuerdos , a veces ,cobran presencia cuando cerramos los ojos.
Una maravilla!
Abrazos!!
Que bonito que una higuera te bese; a mi siempre me pican.
Besos
Precioso relato, Encarni.
Besos de árbol.
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