domingo, 13 de febrero de 2011

Marinero en tierra (Rescatado)

Antes de tener este blog yo participaba en la sección de literatura en el foro de 'Diario Sur' de Málaga, mi nick era el de 'aurora boreal'. Hoy recordaba este texto que lo perdí en mi ordenador y lo he rescatado del foro, entre otras cosas porque pertenece a mis recuerdos. Algunos de mis seguidores silenciosos que me leen son amigos y amigas de este foro y desde aquí les envío un cariñoso saludo.

Como todavía no he acabado con los examenes, además la semana que viene tengo dos, y ando escasa de tiempo prometo que cuando acabe visitaré vuestros blogs.




Marinero en tierra.

Notapor aurora boreal el 17 Junio 2009, 22:48

Dejó de llover. La visita que teníamos pendiente de hacer mis amigas y sus respectivas parejas no se posponía, de lo cual me alegré. Había terminado el libro ‘Juan Salvador Gaviota’ que una de ellas me prestó y que me recomendó casi como una terapia. Deseaba entonces tomar carrerilla y volar, no importaba dónde. Mientras esperaba que llegaran a recogerme, me sentí como una convidada de piedra, pero enseguida recordé la insistencia de Ángela de que fuera con ellos. Todos andaban alrededor de los treinta, menos yo, que comenzaba mi década de los veinte. Aquello iba a ser una visita solidaria a un hombre que vivía en un pequeño cortijo en medio del campo, lejos del mundanal ruido.
Al bajar las ventanillas del coche, el olor de la lluvia nos endulzó el viaje. El marido de Ángela nos contó cómo conoció al misántropo un día que hacía senderismo y quedándose sin agua en la botella vio a aquel hombre sentado en el escalón de la casucha y le pidió que la rellenara para acabar su camino, luego entabló conversación con él y descubrió que llevaba algo más de seis meses instalado allí.
Lourdes, la hermana de Ángela sostenía una bandeja de pasteles y su marido llevaba un termo, ambos me acompañaban en el asiento de atrás, Miguel conducía. Poco antes de llegar a nuestro destino mi amiga exclamó que la tarde iba a quedar preciosa porque estaba saliendo el sol y las gotitas pegadas al automóvil comenzaron a brillar.
Miguel llamó a la puerta golpeándola con sus nudillos. Como tardaba en abrir, sopesamos la idea de marcharnos, pero oímos los cerrojos detrás de la portezuela, y seguidamente asomó la cabeza despeinada de aquel hombre de unos cuarenta años, con una barba poblada y una expresión de sorprendido. Olvidó nuestra visita, o pensó que el ofrecimiento de abrir su casa para nosotros se tomaría como pura urbanidad, la cual se hallaba allí, frente a su humilde hogar. Nos abrió la puerta. Yo seguía pensando que no deberíamos de usurpar su intimidad con nuestra presencia, pero fue cuando le vi sonreír que me adentré confiada en aquella sala donde se podía ver todas sus pertenencias de una sola mirada.
Entre el café, los pasteles y la charla descubrimos que el hombre se llamaba Pedro, que nació en Galicia, que fue pescador toda su vida, y que conocía todos los puertos de España, y que necesitaba estar alejado de su ciudad. Nadie se atrevió a preguntarle por esa terrible decisión, excepto yo; deseaba saber por qué un marinero había anclado en aquel lugar. Después de mirarme con cierta dulzura confesó que todo lo hacía por una mujer, para olvidar a una mujer.
Fue al entornar sus ojos hacia la taza de café con leche, que toda su presencia se mostró ante mí de color marrón, no sé si sería por sus ojos, o por su pelo castaño desaliñado caído sobre los hombros, o por su barba, o su piel tostada, pero, todo a su alrededor desprendía matices del mismo color, e incluso en su interior podía ver el color de la tierra como un aura. Sólo yo lo percibí, tal vez, porque mis colores andaban revueltos de aquel color negro que de improviso pintó mi casa, y se acabó mezclando con el resto de colores, fusionándose sin definir ningún color, o reconocí esa tonalidad porque dentro de mí también se hallaba ese color marrón que nadie podía describir.
Ángela divisó la guitarra de Pedro que colgaba en una de las paredes, y Miguel solicitó al anfitrión el poder tocarla un ratito, a lo que accedió ofreciendo esa sonrisa afable que acomoda de forma natural. Y estuvimos cantando; unas veces a coro, otras veces en solitario, otras veces Pedro entonaba nostalgia de su tierra y cantaba en gallego. Y cuando sonó la voz de Miguel cantando:
“…se equivocó la paloma, se equivocaba, por ir al norte fue al sur, creyó que el trigo era agua, se equivocaba…”
Quedé en silencio y pensé que aquel hombre también se equivocaba; abandonó el norte por el sur, el mar por la tierra, la compañía por la soledad, las gaviotas por los pájaros del campo, las olas por los árboles, y sin embargo, allí estaba varado igual que un barco sobre un iceberg diciendo que nunca estuvo mejor.
Pedro dijo que salía fuera a fumar un cigarrillo. Al abrir la puerta la casa se impregnó del olor a tierra mojada y a manzanilla silvestre, un delicioso perfume que me invitó a salir para llenarme de ese aire puro que la naturaleza nos brindaba. Todavía dentro de la casucha se oía la música de la guitarra y las voces de mis amigas, y las risas cómplices como sonido de fondo para aquel sol que comenzaba a esconderse.
¿No echas de menos el sonido del mar? ¿El olor? Le pregunté, mientras encendía su cigarrillo rubio. La urgencia de fumar le impidió contestarme con rapidez, miró al horizonte intentando buscar una respuesta, cuando me respondió con otra pregunta: ¿echas de menos el mar ahora? Le contesté que no. Al rato dijo que cuando necesitaba el mar, simplemente bajaba caminando. Y volví a verle envuelto en ese color marrón, integrado en el resto del paisaje, como el capitán que se asoma a su proa.
Aquel día aprendí que después de una tormenta de verano, la lluvia es capaz de transformar los colores, que después de la lluvia, todo parece más limpio. Aprendí que cada persona fuera como fuera podía enseñarme algo, aprendí que podría asumir cualquier derrota aferrándome a la tierra.
Nunca más volví a ver al pescador, pero aún recuerdo las pocas cosas que compartimos; un café, unos pasteles, unas canciones, unas risas, una puesta de sol, y sobre todo un color y un paisaje. Ahora pienso que tal vez la paloma no se equivocó.

13 comentarios:

ibso dijo...

Solo se me ocurre decirte una cosa:
"Cada uno busca la felicidad como puede, porque todos queremos ser felices aunque sea solo un ratito en la vida".
Cuando se llega el final y se hace balance de la vida, analizaremos nuestras decisiones y sabremos si fueron acertadas o no dependiendo del grado de felicidad que nos proporcionaron.
Nadie puede saber si el camino que otro eligió es el correcto o no, porque no le va su propia felicidad en ello, ¿o tal ves sí?...
Un abrazo y mucha suerte en esos exámenes.
Ibso.

mariajesusparadela dijo...

Y yo llegué a Paradela.



(Sé que te debo carta, las gracias por la música y un montón de cosas, pero mientras no me pongo a ello, te echo de menos igual. Suerte en los exámenes.)

José Vte. dijo...

La mayor parte de la gente nos pasamos toda la vida buscando el mejor lugar para ser felices. ¿Cuantos lo consiguen?
Precioso relato

Un abrazo y suerte en los exámenes

Utopazzo dijo...

Creo como tú, Encarni, que tal vez la paloma no se equivocó; es más afirmaría sin temor a equivocarme, que no sólo no se equivocó, sino que acertó de lleno!... ¿cómo podemos estar tan seguros cuando de afirmaciones, que no pueden ser comprobadas, se trata? Creo que las cosas tienen su causalidad, y no casualidad; cuando tomas una dirección, si te sorprendes con algo desagradable, te dices que había de haber tomado otro camino... cuando esa sorpresa es agradable, prácticamente no le das importancia al "hecho" en sí y sólo te alegras de tu suerte... pero hagas lo que hagas, siempre obtendrás un resultado que no podrás cambiar nunca y mucho menos comprobar qué habría pasado en la elección contraria...
Gracias a esas situaciones que se nos presentan, somos lo que somos; si hubiésemos hecho en nuestra vida otra cosa diferente a la que hicimos (si tomamos un punto de referencia) nos habría ido de forma diferente... pero no fue así y de esa manera, repito, somos lo que somos: con nuestros ciertos y desaciertos, con nuestra suerte (buena o mala) y nada podrá ser cambiado... recuerda que siempre vivimos en un absoluto presente y más que certezas, lo que tenemos en nuestro rededor son, respuestas que esperan ser descubiertas.

Un cordial saludo Utopazziano desde Utopazzia.

Utopazzo dijo...

Donde dije "ciertos", quise decir aciertos... ciertamente es muy cierto el acierto...

nocheinfinita dijo...

Hay amores que aunque se ponga todo el mar de por medio, no consiguen olvidarse.

Bella historia.

Un beso

noche

Tonet dijo...

Una entrada increible, llevo un buen rato pensando en el video (leí el libro hace mucho tiempo) y la historia de ese pescador me sobrecogió.
Está muy bien narrado de verdad, me encantó.

Besos y dale caña a esos exámenes...debes de estar agotada, pero aguanta el tirón, esto es una carrera de fondo.

Ana dijo...

La soledad del pescador consciente y elegida es parte de un proceso necesario que evidentemente dará su fruto, el color marrón que percibiste quizá con el paso del tiempo tornaría a otro color, al verde del lugar que ahora ocupaba o el azul del mar siempre presente en su memoria.

Desde luego el color marrón es complejo, peor que la tristeza del gris sin duda.

http://www.youtube.com/watch?v=n2SjsqZtWaQ&feature=related

latrís dijo...

Me encanta cuando cuentas historias así...me encantan!
Un besazo...pañomita

latrís dijo...

Por cierto! y suerte con los éxamenes!

Anónimo dijo...

El amor siempre por medio.Unas veces para llenarte y otras para dejarte un vacio de vertigo...
Mucha suerte en los examenes.

Encarni dijo...

Por ahora acabé con los examenes, hoy hice el último y creo que lo hice solamente regular, sólo me queda esperar las notas. Ahora me queda comenzar las prácticas y el tiempo será mi comecocos.

Gracias por vuestros comentarios y por vuestros ánimos, después de estar en plan autista y alejada de muchas cosas, se agradece vuestra atención y vuestro afecto.

Un abrazo fuerte a todos-as.

SEMA MIRANDA dijo...

Bella historia,Encarni.Lei el libro hace mucho tiempo, creé una obra de teatro solo de mimo sobre Juan Salvador Gaviota con mis chavales del Centro pero que pena no haber leido este relato antes.Por cierto tienes el video de Algodonales en mi blog.Un besito.