Y derramó la sal mientras escuchaba la radio; el fin del mundo estaba cerca, tan cerca que no acabaría el año que ahora estrenaba con la misma ilusión e incertidumbre a partes iguales. De pronto, se quedó mirando los granitos blancos vertidos sobre la mesa, y se sintió pequeña, insignificante, pero a la vez, su mano se elevaba gigante y poderosa sobre la sal dispersa como la fuerza irracional que aplastaría cada granito. Se sorprendió al imaginarse en ambos extremos y comparó esa mano gigante (la suya) con la noticia del fin del mundo. No quiso tener miedo, pero con solo hacerse a la idea, tuvo ganas de extirparse la mano, esa que de un revés acabaría con ese puñado de sal. Buscó en el cajón de los cubiertos el cuchillo más afilado para extirparse aquello que de forma inevitable acabaría con la humanidad. Lo posó sobre la muñeca y, dispuesta a cometer la amputación, notó algo entre las piernas; era Monti, su gato, que restregaba el lomo por las pantorrillas.
Abandonó el cubierto en la mesa y atendió a su mascota. Para él, también acabaría todo; la vida, el mundo, el ronroneo, las siestas al sol, la comida y los paseos. ¿Tendrán conciencia los animales de su propia muerte?- Reflexionó al agacharse y sostener en sus brazos a Monti. Entonces, le abordó el recuerdo de un reportaje que trataba la posibilidad de que los elefantes intuyeran su muerte y recorrieran una senda hasta morir. Se sentó en el sofá para dejar su mirada perdida y su mente vagando por las esquinas de la casa. Recordó otros finales apoteósicos; la desaparición de los dinosaurios, los mamuts, los animales en peligro de extinción, las profecías bíblicas, el diluvio universal, el apocalipsis del capítulo 20, los vaticinios de Rasputín, Nostradamus, y todas aquellas sectas que predican el fin del mundo como medio para atraer súbditos a la causa de la redención y la fe.
Volvió a mirar su mano, esa que hace un rato estuvo a punto de extirpar y que ahora acariciaba a su mascota. ¡Qué locura!-Pensó, pero fue más allá con su pensamiento, lo trasladó a hechos históricos; hogueras, torturas, inquisiciones, guerras, exterminios, armas nucleares, armas químicas, bombas racimo, bombas atómicas, cámaras de gas, fusilamientos, etc. Y volvió a rondar por su cabeza cercenar la mano, esa, capaz de destruir el mundo a la vez que lo construye.
Sin saber cómo, entre sus recuerdos llegó aquel en el que sujetaba un lápiz azul, en esa misma mano, llevaba coletas, una falda de cuadros y coloreaba en su libreta una puerta muy grande. La maestra de religión le preguntó:
-¿Y esa puerta para qué?
-Es una puerta para el futuro. Cuando se acabe el mundo, la abriré y me esconderé dentro.
No tuvo ninguna duda, acomodó al gato en su cesta y buscó en los cajones una cajita de lápices.
Más relatos proféticos del fin del mundo en casa de San
Gracias Chelo por la invitación a participar con los Jueveros.
Abandonó el cubierto en la mesa y atendió a su mascota. Para él, también acabaría todo; la vida, el mundo, el ronroneo, las siestas al sol, la comida y los paseos. ¿Tendrán conciencia los animales de su propia muerte?- Reflexionó al agacharse y sostener en sus brazos a Monti. Entonces, le abordó el recuerdo de un reportaje que trataba la posibilidad de que los elefantes intuyeran su muerte y recorrieran una senda hasta morir. Se sentó en el sofá para dejar su mirada perdida y su mente vagando por las esquinas de la casa. Recordó otros finales apoteósicos; la desaparición de los dinosaurios, los mamuts, los animales en peligro de extinción, las profecías bíblicas, el diluvio universal, el apocalipsis del capítulo 20, los vaticinios de Rasputín, Nostradamus, y todas aquellas sectas que predican el fin del mundo como medio para atraer súbditos a la causa de la redención y la fe.
Volvió a mirar su mano, esa que hace un rato estuvo a punto de extirpar y que ahora acariciaba a su mascota. ¡Qué locura!-Pensó, pero fue más allá con su pensamiento, lo trasladó a hechos históricos; hogueras, torturas, inquisiciones, guerras, exterminios, armas nucleares, armas químicas, bombas racimo, bombas atómicas, cámaras de gas, fusilamientos, etc. Y volvió a rondar por su cabeza cercenar la mano, esa, capaz de destruir el mundo a la vez que lo construye.
Sin saber cómo, entre sus recuerdos llegó aquel en el que sujetaba un lápiz azul, en esa misma mano, llevaba coletas, una falda de cuadros y coloreaba en su libreta una puerta muy grande. La maestra de religión le preguntó:
-¿Y esa puerta para qué?
-Es una puerta para el futuro. Cuando se acabe el mundo, la abriré y me esconderé dentro.
No tuvo ninguna duda, acomodó al gato en su cesta y buscó en los cajones una cajita de lápices.
Más relatos proféticos del fin del mundo en casa de San
Gracias Chelo por la invitación a participar con los Jueveros.
22 comentarios:
Una puerta por donde escapar de tanta barbarie, con solo dibujarla basta.Mejor eso que extirpar la mano ¿no? Desde que el mundo el mundo cuata destrucción vamos sembrando.
Gracias a ti por participar ahora te leeran otros amigos y disfrutaran como lo hago yo.
Un abrazo.
Cuando una puerta se cierra otra se abre, un saludo.
Entre el Gran Mariano y esto... nos dejas patidifusos :)
Qué relato más hermoso. Enfocado con calma y lucidez, hasta el fin del mundo, como la muerte misma, supone un hecho tan racional como inevitable. Con un poco de suerte aún nos quedará mucho mundo que conocer, más allá de este 2012.
Un fuerte abrazo y enhorabuena!
HOLA, ha estado muy bien,Encarni. Por un momento pensé que se iba a cortar la mano. Pero nó. Menos mal que se quedo con el pensamiento, de que la mano le podia ser muy útil para construir su casa, para acaricar a sus mascotas..Siempre hay algo que nos impide cometer locuras. Gracias por compartir
Siempre es mejor construir que destruir. Algo tan ovbio es olvidado en cuanto la dulzura y la candidez de los niños traspasa esa puerta imaginaria.
Un precioso cuento Encarni, lleno de lucidez.
Un abrazo
Interesante y reflexivo relato. Una puerta hacía el futuro o a otra dimensión. Siempre he soñado con eso, otra dimensión, sería fabuloso escapar de vez en cuando de este mundo lleno de tantos defectos.
Un saludo
Muy bueno, un relato que te hace pensar.
Un abrazo
Esa puerta existe, pero yo no sé dibujarla. ¿Me permites que entre contigo?
Magnífico relato Encarni. Felicidades.
Un fuerte abrazo (con mi mandil nuevo :-)
Siempre hay que dejar abierta una puerta a la esperanza y a la fe, esa misma que mueve montañas.
Adoro los finales felices jeje.
Un abrazooo
Tu mano, la mano del hombre ejecutora de tantas maldades, de tanta destrucción. Es muy posible que el fin del mundo llegue por la insensatez humana antes que por causas naturales. Esa mano que afortunadamente no llega a cercenarse, puede ser la misma mano que ponga fin a los males que aquejan nuestra vida en la Tierra. Tal vez sea esa utopia de que un mundo mejor es posible, la puerta dibujada en tu cuaderno.
Me encantó tu relato. Si no te importa, te enlazaré para seguir disfrutando de tu rinconcito.
Un abrazo.
la mano...es la mano de dios y es la mano del diablo, es la mano de la paz y la de la guerra, es la mano de construcción y la de la destrucción...es la mano del niño y la del adulto, es la mano culpable o inicente...
bonita, además de ingeniosa imagen que has desarrollado para hablar del fin del mundo...
medio beso...
Precioso relato, Encarni. Yo también pinté una puerta azul. Pero, cuando llegue el fin del mundo, la cerraré y me esconderé afuera...
Eso, Encarni, que la mano pinte una puerta por la que escapar a las calamidades.
Me ha gustado la idea, latente en todo el relato, y sobre todo al final, de nuestra doble vertiente: la destructora y la constructiva. Aferrémonos a la última, la que nos salva siempre.
Un abrazo.
Yo pintaré una puerta también y me llevaré a todos cuantos quieran venirse conmigo... me encanta el giro que has dado :)
un abrazo
La misma mano que tiene el poder de destruir, puede crear la salvación. Espero que se incline por la segunda opción.
Muy bueno.
Un abrazo.
Te leí anoche pero era muy tarde para dejar un comentario sensato...
ahora te releo de nuevo y aún me gusta más. El miedo a que todo termine sin esperarlo y sin prever y sospechar habrá marcado nuestras vidas, siendo tal como nos mostramos ante los demás?? tal vez nos ha condicionado más de la cuenta.
Acabe o no el mundo el 21 de diciembre, leer tus relatos nos podría salvar...
un fuerte abrazo
;)
Todos nos sentimos un poco culpables y desearíamos castigarnos pero precisamente los que somos capaces de tener esa conciencia somos los que tenemos en nuestras manos el poder de salvar algo. Los verdaderamente culpables no sienten nada. Yo escaparé contigo por la puerta azul, si tu quieres que te acompañe. Juntas, del otro lado procuraremos un mundo fantástico. un beso.
Uhmmmmmm el problema no sera nunca la mano sino lo que le sigue detras. la esperanza, la ilusion y la fé (en lo que sea) sera lo unico que nos slve de cualquier Fin del Mundo
Un beso
Me ha gustado tu jueves, ojeo, me ha gustado tu blog, te enlazo y así te sigo.
La mano que destruye, es la misma que acaricia, que siembra, que dibuja una puerta azul. Me ha gustado tu cuento y tu huida del fin del mundo...cuantas veces quiere uno atravesar esa puerta y dejar al mundo al otro lado aunque no sea el momento del apocalipsis. Te dejo un besillo.
Excelente relato juevero!...apocalíptico pero esperanzador. La esperanza y el amor como último recurso, calidades estas que nos hacen humanos, aún frente a lo inevitable.
Un saludo juevero con algo de retraso!
Con un gato ronroneando tan cerca debe de estar lejos el fin del mundo; las puertas, siempre deben abrirse al conocimiento, o al otro, o al conocimiento del otro.
Un beso.
Si hay puertas pintadas para la salvación, con toda seguridad las dibujarían manos llenas con los colores de la inocencia.
Un abrazo
ibso
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