Y cada vez que vuelvo, vuelvo a mis raíces,
con la memoria del agua seca,
con la huella ramificada de mi mano,
con la distancia de un camino andado
que desgasta mi paso.
Vuelvo a la flor de mi infancia
como pétalos de libro,
con esa niña de cartón y golondrina
sin apenas trenzas donde colgar los sueños,
sin apenas jardin donde mirar sonrisas.
Vuelvo a la tristeza guardada de mi madre,
a ese armario de pájaros negros
almidonados sobre oscuros estantes de su memoria.
Vuelvo al campo fraternal
donde tocar las ramas en invierno,
y acariciar las estaciones y sus brotes.
Vuelvo a los rostros de amores sin germinar
a las cosechas de otoño
y hojarasca de olvido.
Vuelvo a la amistad deshilvanada
y a la tierra baldía que la distancia
cuela en los bolsillos.
Vuelvo a las calles de mi torre
a mi puerto de gaviotas
a mi orilla de recuerdos
a la arena de mis pies descalzos
al sol que alumbra mi destierro,
y vuelvo, siempre vuelvo.
4 comentarios:
Me gusta tu poema, dice tanto. Me alegro que hayas vuelto. Un abrazo.
Emejota, yo voy y vengo, vivo en Jaén y tengo mi realidad, y cuando viajo al pueblo que me vio nacer tengo otra, a veces cuando viajo de un lado a otro, al despertar no sé muy bien en dónde me encuetro. La diferencia es igual de clara como el clima.
Un abrazo.
Y a la tierra baldia que la distancia cuela en los bolsillos... que forma tan hermosa de expresarlo, te deja con esa sensancion...
Saludos, escritora.
Creo que esa sensación es la que trataba de expresar, a veces las palabras me guian, aunque no siempre.Me alegro que te haya gustado.
Saludos, cinéfila.
Publicar un comentario