sábado, 10 de abril de 2010

Semana Santa en la Playa

En Semana Santa me encontraba tumbada a la orilla del mar, sin pensar en nada, con el sol templado sobre mi cara, me faltaba hacer un hoyo en la arena y meter toda la responsabilidad en él para quedarme totalmente tranquila. Ésta sería una solución psicomágica al estilo Alejandro Jodorowsky, solución que simplemente pasa a ser simbólica en un acto en el cual entra a formar parte el inconsciente. Pero como soy escéptica y la única película que vi de este director fue ‘Santa Sangre y me tuvo toda la noche sin dormir, con un terror psicológico que me hirió por dentro, desconfío de sus trucos mágicos.

En el fondo nos inventamos los ritos para transcender más allá de nosotros mismos, para pertenecer a una comunidad, a un pueblo, o simplemente que sirvan de símbolos que nos den una identidad frente a otros. Para mí, celebrar la Semana Santa sólo significa la trascendencia de una estación a otra, la muerte del invierno y la resurrección de la primavera, una fiesta pagana que los cristianos tomaron como suya para rellenar con ritos sus preceptos de fe.

Pero estoy en la playa, esta vez no me he traído libro para leer, me conformo con oír las olas de mar, sé que queda lejos pero al otro lado está África. Antes de venir he leído el discurso de Doris Lessing cuando recibió el Premio Nobel de Literatura en diciembre de 2007, lo he encontrado en una revista con el sello de la Biblioteca Municipal que según mi hermana rescató con varias revistas más antes de ser enviadas al contenedor de reciclaje. Después de muchos meses es lo primero que leo en este formato que no sean libros de estudio, y aunque el discurso es largo me deleité en cada párrafo. Ahora que en el mes de Abril se celebra el día del libro, ella narraba su estancia en Zimbabue por los años 80 de visita a un amigo que ‘echaba una mano a África’ siendo profesor en aquellas escuelas que carecían de todo; aulas sin material, sin libros, sin atlas, así que cuando alguien de Europa visitaba aquellos lugares abandonados, todos pedían libros, que le mandaran libros. Ellos querían leer.

Y mientras no quería pensar en nada, ni siquiera en mis Prácticas de Educación Social, me venía a la mente el contraste de este lado del charco, inundado de Bibliotecas, de libros, de escuelas con material, y sin embargo, las estadísticas nos cuentan el poco interés por la lectura, la falta de motivación de los/as jóvenes por aprender. En seguida pienso en lo mayor que soy para ser estudiante, en las ganas que tuve siempre de aprender, en los pocos libros que había en casa, por no decir ninguno, y que tal vez por eso mi primer cuento lo robé, después me hice el carnet de biblioteca y a partir de ahí soñaba con tener muchos libros.



7 comentarios:

emejota dijo...

Se supone que tenemos libros, pero es porque ellos saben el material del que los lectores estamos hecho, nos "enganchan". Un abrazo.

Ramirator dijo...

Creo que te comprendo, en la distancia.

Desde los veinte he querido ser maestro. Lo he logrado a los cuarenta y cinco.

Y tengo pendiente un viaje de fin de carrera, hacia Arjonilla, el pueblo de mi abuela.

Saludos desde la luna.

beker dijo...

Estar en la playa ya es una buena terapia, sin duda, a mi el mar me da mucha tranquilidad y sosiego... un abrazo grande

Anónimo dijo...

Tarde para estudiar? anda ya! y dejar de aprender? a mi me hace sentirme útil y aunque muchas veces lo tacho de coñazo, he descubierto que me gusta estudiar y que soy adicta a la adrenalina de los examenes... así que me veo estudiando permanentemente... xD

Besicos!!

Anónimo dijo...

Nunca dejamos de estudiar, a menos que no nos importe caer en el embrutecimiento. Estudiar significa reconocer con humildad lo poco que sabemos para superarnos apoyándonos en lo que los demás pueden enseñarnos. Es falsa la idea de que existe como meta una posición desde la que, una vez alcanzada, podemos permitirnos un cambio trascendental de nuestra actividad vital. Esto se manifiesta en el gesto gratuito de los estudiantes que arrojan los libros por la ventana al terminar la carrera. El científico, el investigador o la escritora -si son consecuentes con su trabajo- deben continuar estudiando sin interrupción, sin la ilusión de una meta definitiva: ordenan y analizan concienzudamente los datos de que disponen, los contrastan y analizan; seleccionan y vuelven a contrastar las opiniones de quienes les han precedido en sus investigaciones o en el objeto de su estudio, con la responsabilidad añadida de que están en la obligación de contestarlas y rebatirlas si se separan de los resultados que han logrado constatar con su trabajo.

Ellos y ellas sí que están sometidos al stress de los exámenes, pero gracias al stress de estas personas -y de todas las personas que estudian de verdad, aun en la profesión más humilde, contribuyendo así a mejorar la vida de todos- logramos continuar aprendiendo.

Encarni dijo...

emejota es cierto que nos enganchan, los libros son humanos, tan humanos como quienes los escriben. Un abrazo


JUDA como decía Antonio Machado, ... el camino se hace al andar... se nota que eres un buen caminante de la vida. Así que pronto irás a Arjonilla, seguro. Un abrazo.

Beker, cierto que el mar da tranquilidad, y cada vez que voy a mi playita, la que me vió crecer digo que es mi casa, tan amplia, tan serena...
Un abrazo :)


Gloria, yo siempre pensé en estudiar, pero la vida anda poniéndome zancandillas, así que me hice corredora de fondo y la fatiga quiere hacerse amiga mía.
Un besote guapa.

Anónimo es cierto que nunca dejamos de estudiar, con libros o sin libros, la vida es un continuo aprendizaje, aunque los libros de estudio y las metas propuestas amplían nuestro conocimiento y en eso estoy, lo que pasa es que a veces la experiencia y los años hacen que veas las cosas con muchos matices, y eso me da que pensar en algunas ocasiones, pero intento ser positiva.
Un abrazo.

latrís dijo...

POR FIN! NO ME DEJABA ENTRAR A COMENTARTE!!! Me alegro de tus horitas en la playa... envidia es lo que me da! jeje.
Lo de los libros... nunca es tarde...
Un besote!